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POLÍTICA Y CULTURA

Presidente, ¡sustituya al Procurador!

La novela de George Orwell titulada “1984” escrita entre 1947 y 1948, sugiere una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. Para muchos, el mundo está a las puertas de un tipo de sociedad “orwelliana”. La consideración puede parecer exagerada, pero a pesar del desarrollo tecnológico en varias zonas, el control de parte del Estado en relación con los principios de libertad de pensamiento y opinión alcanza dimensiones preocupantes. La información publicada en la prensa nacional de que ha sido “pinchada” una cantidad impresionante de teléfonos, con la autorización de las autoridades judiciales, durante los años 2017 y 2018, debe mover a la opinión pública a cuestionar, a inquirir e investigar algunos excesos de funcionarios. Si bien el objetivo es la lucha contra la criminalidad para el seguimiento de casos específicos en procesos de investigación, se producen desbordamientos, asunción de ajustes de cuenta de naturaleza política, y el propio Estado basado en la necesidad de preservar la imagen gubernamental frente a las críticas que generan sus acciones, se desborda y acude a los mismos canales para denostar a figuras o sectores disidentes Desde hace tiempo se viene comentado que es una táctica usual de los detentadores del Poder en todos los ciclos de ejercicio gubernamental, ejercer un control sobre la vida privada y las conversaciones telefónicas de los ciudadanos. Se puedo argüir que se trata de teléfonos pinchados de narcotraficantes o personas asociadas al delito y la criminalidad, y que esto se hace para fines investigativos. Pero sería ingenuidad palmaria ignorar en muchos casos, el uso político de las interceptaciones de llamadas telefónicas. Si en el país hay 17 mil personas vinculadas al narco, o bajo sospechas de nexos con la criminalidad, como se acaba de revelar, podrían iniciar sus trámites para participar en elecciones nacionales, contando con sus familiares y miles de colaboradores de baja estofa. Hay gente que piensa que los dominicanos somos estúpidos, o que el oro corruptor ha desmantelado las estructuras éticas con las cuales se forjó a nacionalidad y los principios constitucionales que nos rigen. Una cosa es el seguimiento a través de los organismos de seguridad del Estado, de gente involucrada en tratativas fraudulentas y viciosas, y otra es incursionar en el terreno sagrado de la vida familiar íntima. Lo que acaba de suceder con la Jueza Miriam Germán, es una barbaridad. No fue suficiente objetarla era necesario herirla donde más le doliera, en la expresión más pura de su amor materno. El espectáculo se regodea en la crónica de los desaguisados gubernamentales de todos los tiempos, como una ridiculez del engreimiento de funcionarios que a golpe de suerte, escalan funciones de responsabilidad muy superior a sus limitaciones profesionales, a su formación social y a la expresividad conceptual de la formación ideológica de la palabra. El asunto es que Miriam Germán ha pasado ser una víctima del poder del Estado. No se pide que no se le investigue.

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