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OTEANDO

La verdad no se atesora, se comparte

¡ Qué bueno que la verdad existe! No importa dónde, no importa cuándo, no importa en quién. La verdad inspira la justicia como valor y ésta a su vez tiene la verdad como objetivo. La verdad es pretensión del hombre honesto, revolucionario, justo; su búsqueda ha costado sangre, sudor y fuego (guerras), su prevalencia fortalece la democracia. Quienes se afanan por la verdad lo hacen convencidos de que la poseen; sin embargo, nadie la tiene de modo absoluto, cualquier verdad puede ofrecer un cariz diferente con dependencia de la perspectiva desde la cual se la considere, por eso los versos de Campoamor en su poema ‘Las dos linternas’, que dicen: “Y es que en el mundo traidor nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”.

Pero la verdad existe -insisto-, y en el caso del ejercicio jurisdiccional más aún, así sea admitiendo grados (duda, probabilidad o certeza). Y esa verdad es el soporte de la democracia que tanto nos ha costado.

Ahora bien, si la verdad es fuente de inspiración de todas las cosas buenas que todos profesan, si ella se nos presenta como causa y cimiento de la nación misma, ¿por qué sentirse tan mal a la hora en que ella fluye? ¿por qué detenernos en formalismos y garantismos a la hora de juzgar su emergencia? La verdad es la verdad y ella ofrece la oportunidad de que, en un sistema democrático, todos estén informados, con abarcadora compleción, acerca de lo que sucede o deja de suceder, acerca del desempeño del Estado y sus miembros, acerca de cómo viven y actúan los servidores públicos.

Así concebida, complace que el desencuentro que se verificó entre mi admirada magistrada Miriam Germán Brito y Jean Alain Rodríguez, procurador general de la República, haya develado al pueblo dominicano algunas verdades que, para todos los que nos sentimos concernidos en la lucha por la democracia, son importantes.

Por ejemplo, ya el pueblo sabe -y no es mentira, porque la propia magistrada se encargó de corroborarlo- que la magistrada Germán se ha reunido (o coincidido) con uno de los imputados en el caso Odebrecht, en varios lugares, que es su amigo y de que ella no considera pecaminosos tales encuentros o coincidencias. De otro lado, el pueblo sabe o conoce, aspectos acerca del patrimonio del Procurador General de la República, que no conocía. Ambas cosas las ha permitido la decisión del Procurador General de la República, de airear la cuestión de la forma en que lo hizo -no digo que correcta o incorrecta-, pero la democracia se beneficia. Por eso, una sociedad que lucha tanto por la transparencia y el ejercicio ético de la función pública no debe quejarse tanto de que esto haya ocurrido. Pienso que lo que debemos hacer es ver el vaso “medio lleno de agua” y aprovechar el agua para construir futuro.

Siempre tomamos a las naciones avanzadas como referentes por su democracia; pues recordemos entonces las vicisitudes a que son sometidos los aspirantes a cargos públicos cuando son entrevistados por congresistas, por ejemplo. Allí ha habido gentes que ha debido abandonar sus pretensiones por cuestiones tan nimias como haber usado un lenguaje estimado violento por el Congreso. Y los funcionarios públicos de esos países, con frecuencia, optan por renunciar ante la posibilidad futurible de ver evidenciadas cuestiones más insignificantes que las que estamos viendo aquí.

Entonces, no seamos angelitos ni diablitos, admitamos los hechos como experiencias enriquecedoras y propongamos que, todo aquél que considere que las acciones de la magistrada son pecaminosas que accione en justicia para atacarlas; y todo aquél que considere que Jean Alain Rodríguez se ha enriquecido ilícitamente, que lo someta a la justicia. Así crece una democracia.

Por demás, recordemos que, como bien lo dijo el Presidente al comenzar las evaluaciones, es nuestra primera experiencia en este tipo de evaluaciones. Se perdonan entonces los yerros en las formas, lo importante es el fondo. Se ha abierto un camino para verificar la verdad. Y la verdad no se atesora, se comparte.

El autor es abogado y politólogo

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