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FE Y ACONTECER

“No sólo de pan vive el hombre”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

I Domingo de Cuaresma - Ciclo C 10 de marzo 2019

El pasado miércoles iniciamos el Tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia especial en el que estamos llamados a vivir y a experimentar la Misericordia de Dios. Es un período caracterizado por la austeridad, la penitencia y la oración, a las que se añade la caridad como signo de amor y solidaridad con los más necesitados, pues con las obras de misericordia manifestamos nuestra conversión al Señor.

La cuaresma comprende cinco semanas que concluyen en el Triduo Pascual en el que revivimos los acontecimientos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. En las reformas que el Concilio Vaticano II introdujo se ha querido dar un nuevo enfoque a los conceptos tradicionalmente usados, poniendo el énfasis en la conversión interior del corazón.

Los textos bíblicos de este tiempo litúrgico se toman principalmente de los profetas y orientan la actitud del cristiano y de la vida misma de la Iglesia a una profunda purificación del corazón. Este primer domingo, San Lucas nos presentará en el Evangelio el relato de las tentaciones, es ocasión para estar atentos y con determinación iniciar esta Cuaresma poniendo a Dios en el centro de nuestra vida, a fin de que no nos dejemos seducir ni dominar por los ídolos de este mundo como son el tener, el poder y el placer.

a) Del libro del Deuteronomio 26, 4-10.

El capítulo 26 del libro del Deuteronomio, contiene las prescripciones rituales que debían observarse al presentar las ofrendas. En la legislación mosaica se habla reiteradamente de las primicias. El deuteronomista insiste en el carácter de reconocimiento por la protección de Yahvé al liberar a Israel de Egipto e instalarle en Canaán, como había prometido a los patriarcas. El fiel israelita deberá presentar en una cesta las primicias del producto del suelo al sacerdote en el lugar elegido por Yahvé, es decir, el santuario de Jerusalén.

Al entregar la cesta, el fiel debe hacer un acto de fe y de reconocimiento a Yahvé. Y recuerda el origen no israelita de su antepasado Abraham-Jacob y su vida errante por Canaán y Egipto, contraponiendo su azarosa situación a la actual del israelita, asentado pacíficamente en la heredad de Yahvé. En Egipto, Dios multiplicó al pueblo elegido y por fin lo liberó de la opresión. Ahora es Yahvé el que dispensa la feracidad a la tierra que mana leche y miel. En comparación con las estepas del Sinaí, la tierra de Canaán era un oasis con variados frutos: trigo, aceite, vino, etc.

El deuteronomista insiste en que el israelita reconozca a Yahvé como otorgador de los bienes del campo para hacer frente a la opinión popular de atribuir a los baales cananeos la feracidad de la tierra. Esta ofrenda de primicias debía terminar con un banquete alegre de familia, al que debían ser invitados los necesitados: el levita y el extranjero, es decir, el forastero asimilado a la sociedad israelita.

b) De la Carta de San Pablo a los Romanos 10, 8-13.

Se desconoce quién fue el primero en llevar la semilla del Evangelio a Roma. Se ha conjeturado que pudo ser algún judío convertido de los muchos que emigraban a la capital del imperio o que regresaba después de peregrinar a Jerusalén para las grandes solemnidades de la Pascua. Lucas en su afán universalista dice que entre los oyentes de Pentecostés había peregrinos romanos. El mismo Lucas, ya lo hemos dicho en otra ocasión, menciona a un matrimonio judío, Aquila y Priscila, que tuvo que huir de Roma a Corinto a raíz del edicto de expulsión de los judíos hecho por Claudio en el año 49. Lo cierto es que en tiempos de Pablo existía ya una importante comunidad cristiana en la ciudad, cuya mayoría era de origen pagano y en parte de origen judío. Para el judío apóstol de los paganos, este dato era muy importante.

c) Del Evangelio según San Lucas 4, 1-13.

Aquí encontramos las tentaciones tal como las presenta Lucas, en relación directa con la vocación mesiánica de Jesús, vocación que no puede desligarse del ambiente histórico, sociológico y económico de la época. En este capítulo 4 narra San Lucas las tentaciones a que Jesús se sometió en ayuno riguroso; al final sintió hambre y el Diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: No sólo de pan vive el hombre.

No es la Cuaresma un tiempo sombrío y triste, deprimente y propicio a una espiritualidad evasiva del mundo y de sus problemas. No, el Desierto siempre será prueba. Es la vida misma, llena de posibilidades para el servicio de Dios y del hombre nuestro hermano, así como para la victoria con Cristo sobre la tentación y el mal. Aquí en la libertad humana, que Dios respeta, se juega la carta de nuestra grandeza y de nuestra miseria.

Como en el caso de Cristo Jesús, del viejo Adán y del Antiguo Israel, estas son algunas de las tentaciones más frecuentes para el cristiano de hoy en el Desierto de la vida. Materialismo consumista. Es hambrear el pan material, es decir, todo cuanto supone el tener y gastar cosas, con olvido de la primacía del Reino de Dios y sus valores. Es primar el tener sobre el ser. Es disociar la fe de la vida. Es olvidar que no solo de pan vive el hombre, sino también de la Palabra de Dios.

El cristiano que adopta como guía de su vida los criterios evangélicos de Cristo, especialmente las Bienaventuranzas y más en particular la bienaventuranza de la pobreza, descubrirá que inevitablemente es objeto de contradicción en el mundo, pues chocará frontalmente con el materialismo imperante. Si esto no se da en nuestra vida es señal de que jugamos la doble carta de una fe teórica y de un materialismo práctico. Pero Jesús nos avisa: No podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero.

Fuente: P. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. https://mercaba.org/Biblia/ Comentada.

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