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ORLANDO DICE

Decreto y los premios Oscar

UNO: TODAS SON VÁLIDAS.- Lo bueno de la política es que las situaciones permiten todo tipo de interpretación. Los últimos nombramientos del poder Ejecutivo, por ejemplo. Nadie puede leer el pensamiento (íntimo se diría) del presidente Danilo Medina para conocer las razones personales, políticas, partidarias, y hasta de circunstancia, para poner, quitar y rotar funcionarios. Cada cual observa y analiza desde su óptica, y esta nunca es objetiva, siempre interesada. Las designaciones debieran ser un todo incluido, de manera que ni el profesional de la comunicación o el ciudadano de a pie tengan que romperse la cabeza. Domingo en la mañana en el Palacio Nacional no se sabía que habría decretos durante el día y menos en la noche. Fue una sorpresa para mucha gente, incluyendo la afectada y beneficiaria. No debe olvidarse que existía expectación respecto al ministro de Educación, y era porque el puesto estaba vacante por renuncia de Andrés Navarro. La bellaquería se dio gusto echando a correr nombres, aunque en la ocasión no anduvo ni cerca. Muy pocos ponderaron, y en corrillos muy cerrados, a Antonio Peña Mirabal, de quien se hablaba de sus virtudes personales y políticas, y sobre todo del aprecio del jefe de Estado…

DOS: CON LOS ÓSCARES DE POR MEDIO.- El decreto del domingo en la noche compitió con la Alfombra Roja y la entrega de los premios de la Academia. Luego de conocerse la orden ejecutiva, la velada se dividió en dos performance y hubo que decidir cuál seguir. Unos los óscares y otros los nombramientos. ¿Pensó el Palacio Nacional en esa situación? De seguro que no. La estrategia pudo ser otra: poner pan en la mesa de la opinión pública para consumo de los medios en la mañana. Las designaciones no alcanzan para un día, y era conveniente salir del paso, de manera que el discurso ante la reunión conjunta de las cámaras tenga para sí toda la semana. Cada librito es nuevo, aunque aparente usado, y antes era costumbre que la máquina de los decretos funcionara en la tarde o noche del 27. Como buenos hermanos compartían la portada de los periódicos del día siguiente. ¿A qué la prisa esta vez? ¿Por qué quiso quitarse de por medio la inquietud de los cambios de gobierno? ¿Suficientes cambios para un mandato que entra en la curvita de la Paraguay? Lo lógico y lo político era esperar una especie de relanzamiento, un lavado de cara que incluyera los sobacos. Lo que hubo el pasado domingo califica de rutina y los ociosos tienen que sentirse frustrados. Se esperaba más…

TRES: DEBIÓ HABER SIDO.- Se suponía que el nombramiento del nuevo ministro de Educación debía ser el punto más luminoso de la noche. Educación es una de las niñas bonitas de la administración y los rumores que corren entre peledeístas es de que las relaciones entre el antiguo titular y el presidente no son las más cordiales. Podría ser chisme, pero de chisme se alimenta la política. Lo que sí era de tenerse en cuenta era si ponía en su lugar a un paniaguado o a un contradictor. Si era uno de los suyos, entonces debía irse considerando delfín. Pero si por el contrario era alguien que respondiera más al jefe del Estado, descartable toda preferencia o exceso de favoritismo. Antonio Peña Mirabal replantea los cálculos, y hasta puede hablarse de juego nuevo. La gente y los medios obviaron el artículo uno del decreto, el que designaba a Peña Mirabal, y buscaron más abajo material para escarceos. Lo encontraron, y la misma noche empezó el jaleo. Franklyn Almeyda y José Francisco Peña. Ministro sin Cartera y Administrador de la Lotería Nacional. El segundo no tanto por sí mismo, como por su padre José Frank, igualmente Peña, con la diferencia de Tavares y Guaba. Aunque ambas desgracias originadas por el fervor y la adhesión a Leonel Fernández…

CUATRO: EL GOBIERNO SE LAS DEBÍA.- La destitución del ministro sin cartera Franklyn Almeyda y la sustitución del administrador de la Lotería Nacional, eran acciones que el gobierno de Danilo Medina se debía hace tiempo. Y ni siquiera cosa de la vida o de la política. Si se quiere, de cine. Recordar la película que protagonizara Julia Roberts “Durmiendo con el enemigo”. Almeyda sobraba en el gobierno, y el primero que debía saberlo era él mismo, y después el presidente Medina que lo nombró. Almeyda debió haber tenido la entereza de renunciar, y la ocasión más propicia fue cuando Roberto Rodríguez de Marchena le sacó en cara que cobraba sin trabajar. Pero igual cuando se convirtió en el más contumaz antirreeleccionista. Y no por esa profesión de fe, a la que debiera tener derecho si no fuera porque fue reeleccionista en el 2008 y también, aunque a regañadientes, en el 2016. Ese no era tanto el problema, como si las denuncias continuas de conspiraciones de parte del gobierno del que formaba parte. Hablaba de cohabitación, pero el término chirriaba en su boca, pues siempre tenía a mano un foete y lo aplicaba con violencia. Ahora será más abierto y sin sonrojo el opositor que lleva y mata por dentro, y ya fuera de sus murallas el régimen sabrá cómo lidiarlo. El mandatario no podrá pedir a su gente calma…

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