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FIGURAS DE ESTE MUNDO

Pedro, el discípulo

Antes de manifestarse como prominente apóstol de Jesucristo y predicador principal de la Iglesia primitiva, Pedro era simplemente Simón, el pescador de Galilea, y más tarde, el tosco seguidor de Cristo que había ganado fama de impulsivo e impetuoso. Su sobrenombre, Cefas, Piedra, no se relacionaba únicamente con la solidez de su fe, sino también con la dureza de su cabeza.

En esos años, en contacto con su Maestro, aprendió a amarlo y conocerlo y, además, a conocerse a sí mismo. Aquella vez, por ejemplo, en que Jesús pregunta a sus discípulos: “¿quién decís que soy yo?”. Pedro contesta al punto: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Entonces Jesús le dijo: “Y tú eres Pedro, y sobre esta ‘roca’ voy a construir mi iglesia, y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos...”.

Sin embargo, este período culminó con la triple negación del discípulo. Cuando Jesús, en la última cena, hace saber que debía padecer y morir, Pedro reacciona perturbado. “Señor, estoy listo para ir contigo a la cárcel y hasta la muerte”; “Aunque fueras para todos motivo de caída, para mí no lo serás nunca”; “Aunque fuera menester que yo muriera contigo, no te negaré”, aseguraba. Y Jesús responde: “Pedro, yo te digo que esta noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”. Y, en efecto, esa noche por tres veces Pedro negó ser uno de sus discípulos.

Más tarde, cuando Jesús se encontró con sus amigos en el mar de Tiberias, puso a prueba al que lo negó, haciéndole tres veces la misma pregunta: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Pedro, vencido, dijo con palabras que brotaron de su corazón: “Señor, tú sabes todo, y sabes que te amo”. De este modo, Cristo lo restableció en el apostolado.

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