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EL BULEVAR DE LA VIDA

A veces los pueblos pasan

EL DESTAPE ÉTICO.- A nadie le puede importar la democracia, más de lo que a la democracia le importa que sus hijos vivan en la incertidumbre del asalto, la posibilidad de la muerte y el liderazgo barrial del crimen organizado. Dicho esto, digamos entonces que la crítica al destape ético de nuestro sistema político incluye hasta los que a esa partidocracia votan. No olvidemos que, en 2016, el 97% del 72% que votó, lo hizo a favor de los señores. Si para encontrarle sentido a vida no hay como enfermarse, para entender y no ser demasiado duro con nosotros mismos, -una herencia muy española- conviene revisar el pasado para presagiar el futuro y entender mejor el presente. Si vamos a hablar exclusivamente de las condiciones materiales de los pobres nacionales, debemos reconocer la ampliación y calidad de los servicios públicos (todavía deficientes) y el alcance de los programas sociales. El país y las condiciones materiales de los pobres nacionales nada tienen que ver con el mundo dominicano de 1996. Hablo de ampliación de la cobertura del seguro y los servicios de salud, la jornada escolar de tanda extendida, el apoyo a las mipymes, o la estabilidad macroeconómica que permite planificar para invertir; nuestro indiscutible liderazgo en el mundo turístico de la América morena. Ponga ahí al exitoso servicio 9-1-1, las estancias infantiles, el CAID, avances que hasta hace tres días eran a penas una dulce utopía. Lo de uno no es la mezquindad. Uno, como Aristóteles, es enllave de Platón, pero más enllave de la verdad.

EL PAÍS COMO UN MAR DE BANCAS.- Todo lo anterior explica, aunque parcialmente, las victorias del PLD; como también las explica ese pragmatismo de puta madre que ha llegado al exceso -es un ejemplo- de promover o por lo menos permitir que el país se haya convertido en un inmenso mar de colmadones bullosos, bancas de apuestas donde quiera, y puntos de droga por “pipá”. ¿Por qué ha ocurrido esto? Porque a mediano plazo, todo lo anterior genera un dinero que abastece a una economía popular sumergida que no está en las estadísticas oficiales, y que alimenta y dirige la vida de nuestros barrios. Mientras las clases populares pueden llenar la olla con el boroneo del trabajo honrado, o las migajas del otro trabajo que no lo es, el país seguirá en relativa paz y, posiblemente, volverá a ganar las elecciones el partido morado. Pero la vida social seguirá desparramándose, la familia será cada vez menos una familia. Asustados, cada vez seremos más desconfiados, no solo de los políticos sino de nosotros mismos y del vecino, y todo sin Dios ni Marx, es decir sin sueños ni utopía.

A LA PARTIDOCRACIA AND FRIENDS. A nadie le puede importar el país, la democracia, más de lo que al país y a la democracia les importa que sus hijos vivan en la incertidumbre del asalto, la posibilidad de la muerte y el liderazgo barrial del crimen organizado, ya dije. Por eso, nuestra partidocracia reinante toda, más la plutocracia que ella ha ido creando con cada gobierno desde el 27F de 1844 hasta ayer- todos deben tomar en cuenta la advertencia de Mario Benedetti: Cuando, arrogante, alguien dice que para que ocurra tal o cual cosa “antes tendrán que pasar sobre mi cadáver, debería tener en cuenta que a veces pasan”, sí, a veces los pueblos pasan, sobre todo cuando una crisis económica y una situación de inseguridad impida a los ricos hacer sus buenos negocios y a los pobres recibir los beneficios sociales que hoy reciben, incluidos los de esa gran industria del crimen, el narco, y el lavado, que lidera hoy nuestros barrios y campos.

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