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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Pocas cosas ocultas en la “era de la viralización de la vida”

Un artículo publicado la semana pasada por el diario “The New York Times” plantea que el mundo vive actualmente la era de las filtraciones, debido al uso extensivo de las tecnologías de la información y la comunicación.

El prestigioso diario estadounidense cita tres casos emblemáticos que desataron escándalos y removieron el ejercicio de la Comunicación Social a escala mundial: Los cables diplomáticos que el exsoldado y analista de inteligencia del ejército de Estados Unidos, Chelsea Manning, entregó a Julian Assange y WikiLeaks, en 2010, poniendo en evidencia interioridades de la tan reservada diplomacia; los documentos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por su sigla en inglés) filtrados por el consultor tecnológico estadounidense y exempleado de la CIA, Edward Snowden, en 2013, develando documentos clasificados como de alto secreto de esa agencia, y los “Papeles de Panamá”, documentos de la firma de abogados Mossack Fonseca filtrados por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung, en 2015, lo que desnudó el ocultamiento de propiedades de empresas, activos, ganancias y evasión tributaria de gobernantes y personalidades de diversos ámbitos.

Son los efectos de un término que emociona tanto como asusta: “viral”. Al impulso del internet y de las redes sociales, cualquier contenido difundido puede, en pocos minutos, alcanzar una difusión masiva en estas plataformas sociales online, especialmente aquellos que tocan de manera especial las emociones de los usuarios.

Lo que inicialmente se difunde para ser promovido en un minúsculo número de contactos, de repente alcanza tal dimensión que centra la atención de las autoridades y de los medios de comunicación, irradiándose a toda la sociedad.

Es tal el alcance y efectos que puede alcanzar un contenido, por simple que parezca, que la fotografía de un huevo de gallina difundida el pasado 4 de enero se convirtió en la imagen más popular de la red social Instagram en toda su historia, tras acumular rápidamente un millón de “me gusta” por hora –superando los 50 millones hasta mediados del pasado mes- y acumulando también 10 millones de seguidores.

Un reciente caso “viral” llamó la atención de la sociedad dominicana al difundirse ampliamente por internet un vídeo en que un hombre acude al liceo Benito Juárez, en el sector Cristo Rey de la capital, a llevar un enorme peluche a un adolescente de su mismo sexo como regalo por el Día de San Valentín, en medio de la algarabía de los demás estudiantes del plantel escolar.

Y paradójicamente el episodio ocurre en un liceo bautizado en honor al político y ex presidente mexicano que inmortalizó la célebre frase “el respeto al derecho ajeno es la paz”, a la que tanto se apela cuando se quiere inocular esa idea como objetivo fundamental para garantizar la convivencia humana.

Tengo mucho respeto por el derecho de las personas a asumir sus preferencias sexuales. Es su paz como planteó Benito Juárez. Sin embargo, difiero mucho respecto a las formas de expresarlas y hasta de promoverlas en un afán por influenciar a otros con inclinaciones sexuales a las que tienen todo derecho.

Siempre he visto los centros educativos a cualquier nivel como lugares donde deben confluir las expresiones más sanas de una sociedad que aspira a impulsar una convivencia social armoniosa centrada en valores y principios, a los que siempre debemos otorgar la categoría de “inquebrantables”. Fue lo que se violó con la acción del caballero que entregó el obsequio en el plantel y con otros episodios en centros educativos que han trascendido a los medios por vídeos que se han hecho virales.

Recordamos que en febrero de 2016, otro vídeo grabado en un colegio del sector Los Trinitarios se hizo viral y alarmó a la sociedad dominicana, al mostrar a una joven practicándole sexo oral a otro alumno delante de otros de sus compañeros que celebraban la osadía. En aquella ocasión se prometió investigar y adoptar medidas para evitar que un episodio así se repita, pero ahí quedó, como pienso que pasará en el caso del liceo Benito Juárez.

En medio de todo el aspaviento por la difusión del vídeo con un contenido que no debe sorprender a nadie por la promoción de una educación sexual de plena libertad a todos los niveles, incluidos los centros educativos, me resultó chocante la actitud de la directora del plantel que llama a controlar el uso de celulares en esos recintos, en una época en que la educación no se concibe sin el uso de las modernas tecnologías.

No estoy en desacuerdo con controlar el uso de esos aparatos en colegios y escuelas, pero parecería que la solución es evitar la difusión de esos contenidos para que, como antes, se mantengan en el anonimato y no trasciendan a una sociedad que conoce apenas una mínima parte de todo cuanto ocurre en los lugares donde niños y adolescentes deberían educarse.

Aunque hay experiencias negativas con la amplia difusión de estos mensajes, la ventaja de que cualquier contenido se convierta en viral es que permite develar inconductas y violaciones a las leyes que antes permanecían ocultas, especialmente cuando involucraban a personas influyentes de la sociedad y a las propias autoridades encargadas de velar por la correcta aplicación de las leyes.

Un vídeo viral permitió descubrir una vivienda donde se vendía droga a la vista de todos y sin ninguna intervención de las autoridades, y otro las circunstancias en que fue asesinado el coronel de la Policía, Daniel Ramos Álvarez, en un hecho que ahora ha despertado a una sociedad banileja que reclama vivir en paz y libre de las influencias negativas del narcotráfico.

Sin dudas estamos, como plantea “The New York Times”, en la era de las filtraciones. Así que si no quiere que se sepa su inconducta, no lo haga, pocas cosas quedan ocultas debajo del sol en esta “era de la viralización de la vida”.

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