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FE Y ACONTECER

“Tus Palabras, Señor, son espíritu y vida”

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

a) Del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6.8-10.

El Rey de Persia, Artajerjes (465-424 a.C.) nombró Gobernador de Jerusalén a Nehemías y bajo su dirección en el año 20 de su reinado fueron reconstruidas las murallas de Jerusalén. El libro del Eclesiástico elogia a Nehemías por su tarea de reconstruir la muralla de Jerusalén. Los primeros seis capítulos del mismo se dedican a este tema que indudablemente en aquel momento tenía una importancia capital. Por eso, la posteridad juzgó dignas de eterna memoria esas páginas. Sabemos de la fidelidad del pueblo judío a su historia y a sus antepasados.

En los primeros versículos del capítulo 8, se relata cómo en una asamblea que inaugura todo el pueblo restaurado se lee e interpreta la Ley y además se renueva la Alianza con Dios. Recordemos que las décadas de la deportación en Babilonia fueron trágicas. Según Nehemías, el sacerdote Esdras trajo el Libro de la Ley ante la asamblea compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

La lectura de la Palabra ocupa en esta asamblea un lugar preponderante y el pueblo escucha con atención al gobernador Nehemías, al sacerdote y escriba Esdras y a todos los levitas que le enseñaban con la lectura y la meditación de la Ley, que a partir de ese momento se convertiría en el primer elemento de identidad de un buen judío.

b) De la primera Carta del Apóstol

San Pablo a los Corintios 12, 12-30.

Como he referido antes, San Pablo llega a Corinto después de su aparente fracaso en Atenas (Cfr. Hechos 17s), para entrar en aquel hervidero humano de culturas. Fue acogido por un matrimonio de judíos convertidos al cristianismo: Aquila y Priscila, quienes habían sido desterrados de Roma por el edicto del emperador Claudio en el año 49. Rechazado por los judíos reclutó conversos sobre todo entre los plebeyos y esclavos de la ciudad y los cuidó para formar con ellos una comunidad cristiana.

El Apóstol de los gentiles usa la imagen del cuerpo para explicar la diversidad de funciones en la Iglesia, y dedica el capítulo 12 de su primera carta al tema de los dones espirituales, enumerando la lista de estos, tanto al principio como al final de esta sección de su carta. San Pablo resalta que estos dones y carismas no son cualidades naturales ni fruto del esfuerzo humano, ni méritos y privilegios, sino pura gracia y regalo de las tres divinas personas, y que los mismos no son para uso y provecho exclusivo de los que los han recibido, sino para el bien de toda la comunidad, resaltando además la imagen de la comunidad como Cuerpo de Cristo y la relación que debe existir entre sus miembros, en la que todos desempeñan un papel preponderante, aunque tienen distintas funciones.

c) Del Evangelio según

San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21.

Esta lectura incluye dos textos diferentes que, completándose mutuamente, ofrecen una visión general de todo el evangelio. El primero (1, 1-4) es el prólogo de Lucas y transmite la intención del propio evangelista; el segundo (4, 14-21) ha condensado su interpretación más radical de Jesucristo. Por el prólogo (1, 1-4) sabemos lo que es un evangelio. Como punto de partida están “los hechos que se han verificado entre nosotros”; con esto se alude fundamentalmente a los acontecimientos de la vida de Jesús, aunque se incluyan también los sucesos de la historia de la iglesia, tal como han sido recogidos en el libro de los Hechos. Sobre esa base se han elaborado las “tradiciones transmitidas por los testigos y mensajeros”; Lucas ha recogido, en parte, las mismas tradiciones incluidas en Marcos y Mateo, reflejando de esa forma aquello que en la iglesia antigua se decía de Jesús y de su obra. Sobre ese fondo de historia y tradición ha elaborado Lucas su evangelio, componiéndolo de forma cuidadosamente elaborada y literariamente hermosa; es lo que en la exégesis se llama labor redaccional del propio evangelista. Este prólogo alude, por lo tanto, a los diversos elementos que componen el evangelio y deben tenerse en cuenta en el momento de entenderlo. Como punto de partida, están los hechos de la historia de Jesús, en la que Dios nos ha ofrecido su rostro y su palabra. Como interpretación de los hechos aceptamos la vida de la iglesia primitiva, que los ha modelado y transmitido. El punto final es el trabajo literario de San Lucas. Por eso, cada vez que meditamos su palabra nos ponemos en contacto con el misterio de Jesús, tal como ha sido vivido y aceptado por la iglesia antigua. En esta perspectiva se sitúa el relato de la obra de Jesús de Nazaret de Galilea (4, 14-21). Como fondo está la realidad histórica de la predicación de Jesús de Galilea y el rechazo por parte de su pueblo; también es histórica la certeza de que Jesús actúa con la fuerza del Espíritu Santo. Sobre ese fondo, transmitido y elaborado por la tradición, ha cimentado Lucas una de sus más profundas visiones del Cristo. Para entender este texto hay que situarlo en el campo de esperanza abierta por el antiguo testamento: ¡Vendrá la fuerza, vendrá todo el Espíritu de Dios y hará que cambie la existencia de los hombres! Pues bien, ante aquéllos que aguardan la venida del Espíritu de Dios sobre la tierra, Jesús proclama que el misterio ya ha empezado a realizarse: “Hoy se cumple esta Escritura”. Esto significa que, para la iglesia primitiva y para Lucas, la venida de Jesús supone el cambio decisivo de la historia, el cumplimiento de toda la esperanza. La visión conjunta de los dos textos, que acabamos de presentar nos lleva a tres conclusiones principales: a) En el principio está el hecho de Jesús; nosotros debemos aceptarle como aquél que viene desde Dios y nos transmite la fuerza de su Espíritu. b) Aceptar a Jesús significa actualizar su obra de liberación para los hombres; sólo quien sigue su gesto y ayuda a los enfermos, libera a los cautivos y proclama el evangelio para todos los pobres de la tierra, sólo ése habrá entendido el mensaje de Jesús, según san Lucas. c) Pero, a la vez, un auténtico cristiano está obligado a “conocer la solidez de la enseñanza” que recibe (1-4); para eso ha escrito Lucas su evangelio, recogiendo las tradiciones de su tiempo; para eso debemos conocerlo y meditarlo. Hoy también nosotros, en el contexto en que nos corresponde vivir, estamos llamados a hacer presente en medio de los hombres, el Reino de Dios.

Fuente: P. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra, ciclos A, B y C,

Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

https://mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/03C/ev-comentario.htm

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