Una permuta irrazonable

En una reunión de amigos que fueron compañeros de estudio en la universidad, uno de ellos recordó cuando permutó un cartón de cigarrillos por un libro de economía que servía de texto en el semestre que cursaban.

De esta historia se extrae una lección insólita, ya que nadie confía un objeto que no desaparece con el primer uso, por otro que se convertirá en cenizas a la primera bocanada.

Esta inexplicable permuta también ocurre en la vida de las personas.

Muchas prefi eren optar por las cosas pasajeras que ofrece el mundo y desprecian aquellas que les darán plenitud de sentido a su existencia. Desde esa perspectiva, observamos una gene- ración más pendiente a los logros materiales que los espirituales.

Lamentablemente se ha hecho una práctica generalizada, ascender a posiciones o estatus social a cualquier precio, sin tener el mínimo reparo a quien se daña. Es frecuente encontrarse con individuos que no les importa exhibir sus posesiones materiales olvidando que éstas sólo sirven de manera temporal y que quedarán sabrá Dios en manos de quién cuando toque partir de esta tierra. ¡Qué difícil se hace entender algo tan sencillo! Pero esta es una realidad que no se puede ocultar.

Lo anteriormente expresado es un extremismo que conduce a una pasmosa irrealidad, que con el paso del tiempo trae insatisfacciones conducentes a alterar el entramado de felicidad a la que aspira todo ser dotado de inteligencia. Es ilógico que alguien prefi era lo pasajero a lo duradero. Sin embargo, hoy es una constante que sea así, sin reparar que existe una vida dentro de otra, con una mayor posibilidad de dar la felicidad que buscamos y que no encontramos por ser duros de cerviz.