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PENSANDO

Los que venden a Cristo

En la dinámica social de los pueblos hay muchos ciudadanos que promueven a Cristo en su retórica y lo venden en sus acciones. Son finos expositores de las bondades de la religión cristiana y exitosos comerciantes de sus productivas empresas. Representan una combinación dentro de su persona que reúne condiciones proféticas de genuflexión teológica, salpicada de humildad cristiana; pero al mismo tiempo, son reos de la vanidad, materialismo y megalomanía. Su gran especialidad está en la “falsa” pureza espiritual que quieren expresar y creen tenerla, pero la “verdad” de sus acciones es la permanencia e intolerancia antidemocrática para alcanzar sus aspiraciones. Los vemos transitar en el medio político, social, comercial y hasta deportivo, como prototipos del oportunismo que les garantizan los compromisarios de sus actividades, cual mafia entronizada en la búsqueda de sus intereses. Las gotas de agua bendita los mojan desde los sectores de poder político, religioso y económico, sintiéndose elegidos por un mandato divino que creen merecer, como padrinazgo selectivo de prebendas. Nosotros, con nuestra pequeña percepción para pensar y analizarlos, los identificamos como seres que nos inspiran compasión, porque hacen de una farsa su alimento de vida y su razón de existir. En tal sentido, recurren a la oración para pedir por los demás como prueba de bondad, cuando en realidad deben pedir por ellos mismos. Quiero aprovechar la oportunidad que me da el discernimiento para señalar que debemos ser lo suficientemente piadosos para entenderlos, y con esa percepción, entender que en el fondo son seres con grandes necesidades de identidad, donde su autenticidad responde al rechazo de sí mismos, presos de una máscara que representa sus reales propósitos. A esos seres que disimulan y deambulan en la oscuridad de sus vacíos emocionales, un pensamiento: “Así como la mano de primavera esparce flores sobre la tierra; así como la generosidad del verano produce con toda perfección la plenitud de cosechas; así la sonrisa de la piedad derrama bendiciones sobre hijos de la desgracia”, caminemos, pues, seguros de nuestro entorno y actuemos en consecuencia, apegados a criterios que nos acerquen cada día más a la verdad de los que nos rodean, y así nuestros pasos serán más firmes.

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