¿Qué debemos hacer?

Tener que denunciar con la más inflexible dureza la espantosa degeneración humana de su tiempo, a la gente necesitada de arrepentimiento por su obstinada insistencia en la maldad, como la que hoy seguimos viviendo, eso representó -en vísperas del ministerio de Cristo-, la valiente predicación de Juan el Bautista.

El mensaje de Juan atacaba con denuedo a la élite de un poder opresor, que se gloriaba de su tradición religiosa; conectaba rápida y fácilmente con el pueblo que anhelaba un cambio de estructuras, y amonestaba a los grupos intermedios, esto es, cobradores de impuestos, comerciantes, militares y agentes del orden público, a que eviten la corrupción y el soborno, y practiquen una moral de honestidad pública y privada.

Los religiosos le preguntaban a Juan: “Y entonces, ¿qué podemos hacer?”. Él les respondía: “El que tenga dos mantos, comparta uno con quien no tenga nada que ponerse. El que tenga comida, compártala con quien no tenga nada que comer”.

Unos publicanos o cobradores de impuestos preguntaron: “Maestro, ¿qué podemos hacer para salvarnos?”. Juan les contestó: “No le cobren a la gente más dinero del que debe pagar”. Los exhortaba a someterse a la estricta justicia: tomen lo que se ha ordenado y nada más.

Unos soldados preguntaron: “Juan, ¿qué podemos hacer nosotros?”. Él les contestó: “Ustedes amenazan a la gente y la obligan a que les dé dinero. ¡No lo vuelvan a hacer, y quédense satisfechos con su salario!”, es decir, no robéis ni hagáis extorsión a nadie.

El ‘profeta de fuego’ advirtió que, tras él, vendría ‘otro’ que separaría a los buenos de los malos. A los buenos salvará y a los malos echará en un fuego que nunca se apagará. (Ver Lucas 3:10-14).