Aguacate no pare mamey

Se dice que los refranes son la máxima expresión de la sabiduría popular, como este de que aguacate no pare mamey, sino aguacate. En el Evangelio de San Lucas (6, 43-49) se encuentra una expresión de Jesús que equivale al refrán citado.

Hace referencia a que no hay árbol bueno, que de frutos malos, ni tampoco árbol malo, que de frutos buenos. Para que no haya duda, reitera que cada árbol se conoce por su fruto, porque es imposible cosechar higos de las zarzas, ni esperar que se pueda vendimiar racimos de los espinos. Porque así, como el que es bueno, de su bondad que atesora el corazón saca el bien, el que es malo, de su maldad saca el mal. Concluye con esta sentencia, afirmando que la boca habla de lo que está lleno el corazón.

Da tristeza observar como hay personas que no pueden abrir sus corazones a Dios. En su interior no hay espacio para la sinceridad y entrega, aun cuando participen en una comunidad cristiana y confiesen ser fieles creyentes. Probablemente se deba, a que pueda más su genética impropia que el llamado recibido en un momento determinante de sus vidas hecho por Dios.

De esta manera a gente así les resulta difícil liberarse de este lastre tan pesado, sobre todo cuando se mantiene una conducta permeada por una actitud poco convincente como la apariencia angelical que no pasa de ser un montaje con acendrada propensión a la mezquindad.

Por esta razón, es una quimera que alguien con eta hoja de vida, pueda alcanzar un puesto en el lugar que Dios tiene reservado a los justos. Seguirán en el camino del egoísmo y sintiéndose en capacidad de hacer todo cuanto sea necesario para ser los primeros, aunque se sabe que los primeros serán los últimos.