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¿Nacionalistas? No. ...Son xenófobos

El nacionalismo es un sentimiento de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad histórica, se sostiene en el principio de soberanía y en una serie de valores comunes a los ciudadanos de una nación, y es perfectamente compatible con una visión liberal de la sociedad que promueva la igualdad y la tolerancia, y rechace el racismo y la xenofobia.

Desde hace años segmentos importantes de la sociedad dominicana hemos venido sosteniendo esos valores nacionalistas, y promoviendo la defensa de la identidad y la soberania nacional, ante los atentados que se fraguan en su contra desde organismos multilaterales que intentan implementar soluciones al tremendo problema que representa Haití para el hemisferio utilizando como pivote a República Dominicana.

Nos hemos enfocado en exigir a las autoridades mayor control de las fronteras y aplicar políticas de protección del empleo, con castigos para los empresarios de la construcción y propietarios de plantaciones agrícolas que se benefician del uso y abuso de una mano de obra indocumentada y mal remunerada. Hemos exigido a los gobiernos rechazar las presiones de centros de pensamiento y países donantes para que se acojan refugiados en territorio dominicano y se ofrezcan vías hacia la nacionalidad a millares de haitianos. Y denunciado insistentemente los planes geopolíticos de forzar a la República Dominicana a acoger cientos de miles de haitianos, que eventualmente podrían constituirse en una “minoría étnica” que siente las bases para un modelo de desarrollo binacional.

En los últimos años el sentimiento nacionalista ha crecido considerablemente. Buena parte de la sociedad muestra hartazgo ante el desbordamiento de la migración haitiana y crea conciencia sobre los problemas sociales y económicos que trae consigo. Y muchos han abierto los ojos y están viendo la trama que existe en contra del país, al comprobar las falsedades, los ataques y la campaña que se montó en contra de la República Dominicana tras la sentencia TC168-13.

Esto ha brindado terreno a una serie de oportunistas que, bajo el mismo guión del populismo que como virus maligno ha contagiado buena parte de las democracias liberales del mundo, pretenden estigmatizar al migrante e identificarlo como el “enemigo externo” en la absurda batalla de “ellos en contra de nosotros...”.

Utilizan activamente las redes sociales para mentir, fabular e hiperbolizar difundiendo hechos de sangre donde supuestamente participan haitianos, y difunden imágenes de personas orinando o defecando en las calles, de vendedores callejeros manejando de forma antihigiénica los alimentos y de cualquier otra conducta indecorosa. Y aunque en algunos casos se trata de migrantes haitianos, en otros se trata de sucesos acontecidos en otras partes del mundo.

Pero independientemente de si las noticias son reales o falsas, el fin es utilizarlas para exacerbar los ánimos de la sociedad. Para alarmar y soliviantar a la población, alentándole a que rechacen al haitiano. No los hechos que pudieran ser condenables, es que rechace a la persona. Al migrante y su nacionalidad.

No buscan alertar sobre el fenómeno migratorio y sus efectos nocivos, sino promover el rechazo al ser humano de esa nacionalidad distinta a la nuestraÖ Y eso tiene definiciónÖ Se llama xenofobia.

Y ese un discurso de odio es lo que da pábulo a que unos pocos imbéciles se presenten como tropa de choque en contra de una marcha pacífica convocada por migrantes haitianos, y a que una turba de intolerantes sabotee un panel sobre la migración y amenace de muerte a los participantes que no comparten su repugnante visión. Por supuesto, quienes proponen ese discurso no representa el nacionalismo, que es un sentimiento mayoritario en la sociedad dominicana y que bajo ninguna circunstancia denigra al migrante haitiano. Al que por el contrario reconoce sus aportes a la economía, y que sólo exige control, límites y respeto a cualquier decisión soberana que el Estado dominicano considere imponer en la aplicación de los marcos y estatutos en materia de migración y de acceso a la ciudadanía.

Son una minoría neofascistaÖ bullosaÖ pero minoría al fin. Gente que aspira a nutrir un famélico capital político queriendo ser más “trumpistas” que el mismo Trump, con el mismo discurso divisionista, irresponsable y cargado de mentiras, insultos y amenazas que caracteriza ese tipo de populismo.

Un grupito de gente a quienes no vale pena responderles y muchos menos entrar en debate con ellos. Hay que tener siempre presente que quien pelea con cerdos sale de la pocilga sucio y hediondo, mientras la piara está feliz en su ambiente natural. Por tanto no tiene sentido argumentar con personajes acostumbrados a mentir. Individuos incapaces de escuchar más allá de su propia voz.

Lo único que queda es insistir en que no somos lo mismo. Por un lado están las posiciones nacionalistas sinceras, que defienden con fervor la soberanía, la nacionalidad y la integridad territorial, sin odios y con respeto a las personas. Y por otro lado, muy distante, se mueve el discurso xenófobo y racista que promueve el odio y la hostilidad hacia los haitianos...

Ni juntos... Ni reburujados.

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