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La palabra mágica: Educación

En Japón no hay zafacones en las calles porque la gente se hace cargo de sus propias basuras y las lleva a su casa para allí disponer de ella, muestra un reportaje realizado por el periodista colombiano Jaime Moreno.

También señala que los japoneses no provocan líos a la hora de abordar el metro y todo el mundo entra y sale del mismo en absoluto orden. Lo propio hacen al utilizar otros tipos de servicios públicos como los taxis. En Japón nadie lanza basura en las calles y todo permanece tan limpio como “un papel de música”.

La clave de esa conducta cívica es la educación. Esa es la palabra mágica que conforman ciudadanos distintos en términos de comportamiento. La educación también reduce el delito y crea condiciones para que los porcentajes de crímenes, robos y raterismo, sean insignificantes. Allí los agentes de policía se dedican a otras tareas sociales porque la gente no delinque.

Por educación, solo por educación, la gente de allí es íntegra, decente, ordenada, socialmente pulcra.

La verdad es que sin educación no hay pudor, no hay innovación, no hay ciencia, no hay tecnología, no hay ciudadanía. En Singapur, en esa pequeña isla asiática que es modelo de crecimiento económico y educación, lugar donde los estudiantes terminan dominando tres idiomas cuando se gradúan, los billetes más populares tienen una ilustración alegórica a la educación mostrando una universidad en una de sus caras. Esta isla está entre las economías más poderosas del mundo, su modelo educativo es ejemplo y los maestros son protagonistas de su proceso de desarrollo económico y cultural. Ni en Singapur ni en Japón la gente hace sus necesidades fisiológicas en la calle. Tampoco escupe en las calles ni destruye los bienes públicos ni arrabaliza los espacios de óseo de la población. Allí, la basura brilla por su inexistencia. Y la razón de ello es una sola: educación. Por educación la gente no come en el metro. Por educación la gente no vocea ni empuja en el metro. Por educación la gente no viola las disposiciones de tránsito. Por educación la gente asume conductas de respeto a los demás. Por educación la gente es honesta y desecha las malas acciones y los instintos bajos. En fin, por educación, sólo por educación, la gente vive bajo principios y normas de decencia admirables. En esos países la gente actúa correctamente, no por temor al castigo judicial ni a las consecuencias penales, sino por su don de gente, por sus principios, por su integridad.

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