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FE Y ACONTECER

Fiesta del Bautismo del Señor

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

a) Del libro del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7.

La Fiesta del Bautismo del Señor se celebra el segundo domingo de enero y con ella se cierra el ciclo de la Navidad. La semana pasada celebramos la Epifanía, en que el Niño Jesús se reveló a los Magos de Oriente y en ellos a todas las naciones, como “rey de los judíos” y Mesías Salvador. Ahora, al comenzar su vida apostólica, en su Bautismo por Juan, a orillas del Jordán es proclamado ante el pueblo judío como el Hijo de Dios en carne mortal.

El pasaje del profeta Isaías que se lee este domingo pertenece al Deutero-Isaías, o Segundo Isaías, y nos proclama el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia. Estos versículos se constituyen en una síntesis del primer cántico del Siervo de Yahvé, su misión es servir de luz a las naciones y la de irradiar esa luz hasta los confines de la tierra, manifestando la salvación que ofrece el Señor, lo cual se pone de manifiesto en el relato del Bautismo del Señor.

b) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38.

Estos versos recogen parte del discurso de San Pedro con motivo del bautismo del Centurión Cornelio, en Cesarea, hecho significativo, que muestra que la Iglesia se expande y abre sus puertas a todos los pueblos, destacando San Pedro la vida y obra de Jesús, el Hijo de Dios vivo que pasó por la vida haciendo el bien. A eso estamos llamados todos los cristianos a hacer presente y cercana la presencia de Jesús en un mundo lleno de necesidades y de injusticias.

c) Del Evangelio según San Lucas 3, 15-16.21-22.

San Lucas narra el episodio del Bautismo con estas palabras: “Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto”.

Como dice el P. Raniero Cantalamessa, estamos delante de la primera manifestación pública del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Ya no es para nosotros “el gran desconocido”. En efecto, ¿qué es la vida cristiana sin el Espíritu Santo?, es una flor sin perfume, un cuerpo sin vida.

En el Credo decimos: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. En estas palabras está resumido lo esencial de nuestra fe en la tercera persona de la Santísima Trinidad. El mismo Jesús lo afirma categóricamente en su diálogo con Nicodemo: “En verdad, en verdad les digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Juan 3, 4-6).

Por lo tanto, la primera condición para alcanzar el Espíritu Santo es renacer del Espíritu, esto es el bautismo, ahí está la puerta de ingreso a la salvación. Jesús mismo dice en el Evangelio: “El que crea y sea bautizado, se salvará, el que no crea se condenará” (Marcos 16, 16).

El P. Caballero, sobre este evangelio, dice que hay un detalle que es exclusivo de San Lucas, que lo repite al narrar la Transfiguración del Señor. Mientras oraba Jesús, se abrió el cielo (V. 22). La Teofanía Trinitaria (manifestación de las tres Personas divinas) que tiene lugar en la escena del Bautismo de Jesús, relega a un segundo lugar la condición purificatoria del pecado que tenía el bautismo penitencial impartido por Juan y que Jesús recibió de sus manos “en un bautismo general”, como uno más en la fila de los pecadores.

También el P. Schˆkel, al hablar del Bautismo de Jesús nos dice, que Lucas omite el diálogo entre Juan y Jesús en el momento del Bautismo, que sí nos transmite Mateo 3, 13-15, no enfatiza demasiado el hecho en sí del bautismo que por lo visto era masivo; para Lucas, Jesús está limpio de toda mancha, pero a pesar de ello se bautiza, no tanto para limpiar, sino para prepararse a lo que viene. Lo importante para Jesús es la teofanía, la manifestación de Dios que parece estar más bien motivada por la oración de Jesús inmediatamente después de bautizarse. Las palabras del Padre que transmite por medio del Espíritu confirman a Jesús como el predilecto y explícitamente queda investido como el enviado, el que había de venir.

La predilección del Padre no es para Lucas un mero gesto de simpatía si se puede hablar así, se trata de la aprobación que recibe Jesús como el que estará completamente identificado con la voluntad del Padre. Dios se reveló desde siempre como un ser que apuesta a la justicia, a la fraternidad, a la solidaridad, a la vida y por ahí se definirá también la voluntad y el proyecto de vida de Jesús.

Fuente: P. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra, ciclos A, B y C, Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. Rainero Cantalamessa: Echad Las Redes.

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