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ORLANDO DICE

El fenómeno político

UNO: LOS REPIQUES DE CAMPANA.- La costumbre era atribuir a la Iglesia cualquier pronunciamiento de sus miembros y no solo cuando lo hacía la Conferencia del Episcopado. La situación parece haber cambiado, y si no toda, algo de su majestad pierde. Tiene que defender su territorio del asalto impiadoso de sectores que en nombre del laicismo quieren tenerla a soga corta. La sotana sigue estando en todo como antes, solo que ahora la opinión pública discierne entre lo particular y el conjunto. Entre lo que dice un obispo o un cura de base y la posición oficial. Incluso los rangos ya no son tan importantes como en los tiempos del cardenal López Rodríguez, a quien siempre se consideró jefe de la Iglesia aunque no fuera presidente de la CED. El hábito no hacía al monje, pero ahora el monje anda sin hábito, por lo que los eclesiásticos, con más razón, hablan a título personal, o --puede admitirse-- como ciudadanos. La Constitución alcanza para todos, y el hombre consagrado, contrario al uniformado, puede participar en política, asumir posiciones y expresarlas como uno más de la manada. Sin rubor ni pudor. Además, una cosa es el púlpito y otra las inauguraciones, actos en los que se sobran y se toman libertades...

DOS: LA BANDERA NO.- Pongámoslo de la mejor manera. La falla estuvo en la puntería. Tiraron mierda al edificio del Palacio de Justicia del Centro de los Héroes y le cayó a la bandera que ondea en la parte frontal. Ese no era el propósito, pero resultó el hecho. Con agua y jabón se limpia el sucio del local, pero con agua y jabón no se limpia el agravio. Que en Francia hicieron algo parecido Los Chalecos Amarillos en sus protestas de estos días, cierto, pero no salpicaron la bandera. El problema no es el Supremo, pues también en España los independentistas realizaron una parada. Incluso, como me anotó alguien, lo de la bandera fue un daño colateral. Como quiera que sea no se pueden confundir las cosas. El edificio, como decía en un tuit, es el edificio. La Justicia cada cual la considera como le plazca, y si no merece reconocimiento y celebración en su día, pues ni se la reconoce ni se la celebra. La Suprema Corte de Justicia tiene tantas carencias materiales que el primero en destacarlas fue su presidente Mariano Germán, aunque obvió las morales que provocó la movilización del Falpo. La bandera, sin embargo, no tuvo ni tiene ni tendrá que cargar con esas culpas, y a ella no se le puede pedir cuenta. La afrenta por tanto no puede quedarse sin castigo, que es lo que están pretendiendo los que enaltecen la acción como una hazaña...

TRES: NADIE SE SALE DEL TIESTO.- Viendo como anda el mundo políticamente por estos días, en que los malos no solo asumen candidaturas, sino que ganan elecciones de manera abrumadora, debiera tenerse mayor cuidado al escoger internamente y prudencia al votar. Ninguno de los aspirantes conocidos se sale del tiesto y lamentablemente las diferencias no van más allá de la política, pues las opciones, aunque tampoco son tales, no se identifican con ideologías de extremo. El fenómeno dominicano es interesante por lo inverso. Bailan en el mismo salón, nadie da paso por los lados y todos buscan el centro. A quien encuentre diferencias entre Luis Abinader y Guillermo Moreno deben multiplicarle los puntos de tarjeta. E igual entre Leonel Fernández y Danilo Medina. Si los opositores andan de la mano en frentes y bloques, e igual rompen unos que conforman otros, consumen su tiempo en ociosidad. La reelección, como todavía no se siente en confianza, no muestra sus cartas. La alternativa oficial, después de años postulando en la sombra, solo habla de un tren imposible que recorrería la República. El PRM denuncia al gobierno por aprovechar políticamente sus programas de asistencia social, pero entre sus planes no está eliminarlos, sino sustentarlos mediante ley...

CUATRO: EXPERIENCIAS DISTINTAS.- El país abominó de las tendencias del PRD y las dichas dieron al traste con un partido grande que pudo tener una más larga historia de poder. Sin embargo, debe reconocerse que aun dentro de una misma organización, los jefes de grupos postulaban políticas de Estado diferentes. Lo que aplicó Antonio Guzmán a partir del 1978 fue diferente a lo que después hizo Salvador Jorge Blanco, sin que haya que entrar en consideración de cuál mejor, cuál peor. Pero también lo que en campaña interna planteó Jacobo Majluta era distinto a lo que a su vez promovía José Francisco Peña Gómez. Esa diferenciación está haciendo falta dentro los partidos y en la lucha que libran en los escenarios de poder. Nadie puede esperar sorpresa, y mucho menos ruptura, sino continuidad, aunque exista la posibilidad o de otros nombres o de otros partidos. La trampa va con todos. Aun cuando Hipólito Mejía no levanta la bandera de su gestión, tampoco Luis Abinader hace referencia a su manejo o pone distancia con situaciones que no fueron las mejores. Los precandidatos del PLD por igual. No tocan la administración de su gestor político, pero tampoco la de su antecesor y actual rival. Con perfiles parecidos no puede pensarse ni apreciarse estilos propios...

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