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Patologías en la crítica y análisis de la obra de arte

Resulta preocupante cuando alguien dice: “ESA OBRA DE ARTE ME GUSTA”; “ESA OBRA DE ARTE NO ME GUSTA”. Porque ¿qué es el gusto?: El “gusto es la satisfacción o placer que algo produce en una persona.(…). También, con el término gustar se hace referencia al agrado o desagrado que una persona o cosa puede causar en un individuo (...). Del mismo modo como gusto se conoce la predilección, inclinación, vocación e interés de un individuo”. Por lo tanto el gusto, como tal, no es un criterio de valoración ni de validación de una obra de arte.

Emmanuel Kant lo define como juicio del gusto estético, así lo hace saber Silenzi 2009 cuando al examinar lo agradable en el arte según el enfoque kantiano establece: “El juicio de gusto estético tiene lugar cuando la representación es referida, no mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino mediante la imaginación al sujeto individual y al sentimiento de placer o de dolor generado por dicha representación. Así, el juicio de gusto no es un juicio lógico o de conocimiento, ya que la base de este último es objetiva, mientras que el fundamento del juicio estético sería subjetivo (…). Toda relación de las representaciones es objetiva, pero no cuando se relacionan con el juicio de placer en el cual el sujeto percibe de qué modo es afectado por la representación.

Como se puede percibir lo mismo que Kant expone como juicio estético, es lo que modernamente Augusta Hermida señala como juicio sensitivo o gusto personal el cual es definido por ella como aquel que se produce mientras dura la experiencia de los sentidos (…).Desde la imagen augustiana el juicio estético kantiano está muy próximo al juicio sensitivo que ella desglosa.

En ningún ámbito de la vida social, económica, histórica o estética el juicio debe estar sustentado en el placer o rechazo que producen unos impulsos emotivos que desde el razonamiento no se puedan explicar, ya que un juicio, como su nombre lo indica es un razonamiento sustentado en la logicidad que dota el conocimiento de causas.

Si como plantea Valeria Alcino: 2018, “el análisis e interpretación de las producciones simbólicas, se estructura desde el inicio de la historia del arte en contextos socio-históricos determinados que van dando cuenta de cómo se construye un modelo de pensamiento y en él se conjugan múltiples acercamientos que van conformando distintos marcos teóricos interdisciplinares donde se ponen de manifiesto una de las estructuras de la institución arte o el lugar de construcción de un saber disciplinar dentro del llamado “campo artístico”.

Entonces no es el gustar(me) o el no gustar(me) lo que hace valioso el universo del arte sino el poder de referencialidad que este posee.

El impacto sensorial que la obra de arte produce en la persona; impacto que sin duda se da, no debe ser indicado exclusivamente desde juicio sensitivo o el gusto personal ya que desde esa perspectiva una propuesta estética se reduciría a algo ínfimo; más que ínfimo, a algo fatalmente perecedero en virtud de que en tiempos de la post modernidad y de la post verdad el placer que provoca el gusto se puede moldear de acuerdo a las necesidades de las leyes del mercado.

Si el universo artístico se evalúa, fundamentalmente a partir de esas pulsaciones sensitivas y no desde más allá, entonces se estará ante un producto tan efímero como la camisa Oscar de la Renta o la fragancia Armani que después de pasar de moda solo se conserva de ellas el recuerdo vago de un momento de uso y/o consumo.

Desde la visión de Augusta Hermida (2013) el juicio estético (…) es el que debe servir para valorar el arte y por ende la arquitectura, el cual no se agota en la sensación que provoca el estímulo, sino que moviliza los instrumentos del conocimiento, la imaginación y el entendimiento y está ligado al reconocimiento de forma. Solo aquel fenómeno que es capaz de soportar un juicio estético puede ser considerado arte. (…)

A partir de la perspectiva de este juicio estético se puede indicar el verdadero sentido de la obra de arte y el encuentro con ella; el cual en lugar de transitorio se hace eterno. Pero a partir de ese enfoque no solo el experto tiene la posibilidad de mirar con sensatez el entramado de una propuesta visual o sonora sino que todo aquel que haya tenido acceso a algún nivel de información sobre teoría del arte puede provocar esa forma de acercamiento.

La calidad de una obra no está en función de su parecido a otra, ni responde a sistemas, estilos o cánones de validez general, o a gustos o disgustos del observador. Cada obra (…) tiene su propia legalidad que solo puede ser reconocida mediante el juicio estético del sujeto que la mira. (Ibídem)

Otros valores categoriales propios del arte son lo bonito, lo feo, lo sublime, lo grotesco, lo voluminoso, lo diminuto, lo eterno, lo efímero, etc.; son estas perspectivas de acercamiento o de distanciamiento al producto artístico. Pero como propiedades de expresión del sentir comunicativo artístico que tienden a percibirse por medio de juicio sensitivo, desde la ingenuidad analítica, podrían asumirse como las condiciones que determinan el valor del arte.

No, esos elementos tampoco son recursos para la valoración, los mismos son medios que permiten al creador viabilizar un tipo específico de acercamiento a su creación y a partir de ahí retar la mirada a descubrir el contenido latente y evidente que yace y subyace en el firmamento audiovisual que se muestra.

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