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¿Qué es la capitalidad de Santo Domingo?

Se conoce con este eufemismo a la abrumada y sucia ciudad que pretende tener la jerarquía como capital de la República Dominicana. Ante evidencia tan obvia, tan de bulto, el Alcalde, con discurso retórico y emotivo quiere vendernos una apariencia engañosa. La imagen más parecida es la de las ciudades haitianas llenas de vistosos cachivaches y una buhonería sin control que ha ido capturando ilegalmente la capitalidad de Santo Domingo. No es xenofobia, ni quejas ficticias, ni nacionalismo radical o ideológico. Se trata de que una población aluvional, sin domicilio, sin documentos, esencialmente haitianos, venezolanos y además, dominicanos estos últimos que prácticamente han optado por dejarla a los inmigrantes que día por día canalizan una inmensa gama de artículos y “servicios” (“limpiavidrios”, limpiabotas, fruteros, coqueros, refrescos, alimentos, motoconcho, etc.) ambulatorios. Esta amalgama de actividades y de oficios tan diversos, donde las calles son el lugar de trabajadores que llevan a sus hijos al “puesto de trabajo”, donde tienen todo tipo de negocio informal e incluso hasta de pedigüeños. Tal es el grado de ocupación omnisciente (saben de todo; todo negocio es posible) de este sumidero humano, que ha incurrido en la violación de la legislación laboral al llegar a un consentimiento de dominio del mercado de trabajo en la agricultura y construcción; que ocupa el área turística, transporte y amenaza hasta el hábitat del dominicano. Incluso, el recién llegado se siente tan seguro y confiado de su permanencia que ya no es el tipo amistoso, huidizo, furtivo y amable, es solo una muestra de qué tono impera: te esgrime un arma, se atrinchera, le dispara a policías, comete actos bárbaros de cercenar cabeza y extremidades a sus víctimas. Y así, en forma continua seguimos esperando un flujo imparable de estas lacras que tienen una influencia desmesurada, que se convierten en agradecidos de sus patronos políticos que traicionan la patria de Duarte, de Sánchez y de Mella, lo que hace difícil su salida. Sus tutores se enorgullecen en llamarla “realidad sobre el terreno”. La incómoda realidad es que estamos en tiempos de “héroes nuevos”, verdad sin disimulo expresada en Juan Dolio por una esfera muy alta del Gobierno, y la verdad que es una forma de colonización subvencionada y conspirada para disimularla. Un verdadero paso a la fusión. Santo Domingo luce así, con pobladores sucios y desordenados en un hacinamiento total de su periferia y el área más urbana atrapada en una infinidad de negocios en los entornos de universidades, oficinas públicas, hospitales, eventos deportivos y culturales, con una autoridad en total ausencia y, peor todavía, en connivencia con el caos. Es decir, se ha cedido el espacio, el protagonismo al expendio de productos de calidad e higiene cuestionables. Un verdadero sahumerio de humo y olores desagradables.

Mientras tanto, la tramposa clase política haitiana sigue engañando a la comunidad internacional, y más si los dominicanos no son capaces de defender, o de ser defendidos, en sus propios intereses. Nos encaminamos a una ruina nacional. La ciudad de Santo Domingo está convertida en una plataforma de la informalidad más degradante. La cara visible de la ciudad ya no es la de dominicanos y dominicanas paseándose con cierto respeto por las normas, sino todo un entramado de rostros y conductas de una ciudadanía extranjera flotante irreverente a la nación dominicana.

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