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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Celestino V, por fin: ¡un Papa angélico!

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Nicolás IV falleció el 4 de abril de 1292. El cónclave para elegir sucesor estaba dividido por diferendos familiares y personales. A los 27 meses sin Papa, el rey Carlos II de Nápoles y Sicilia se presentó en el cónclave. Los cardenales se habían ido reuniendo en Roma, Rieti, Viterbo y ahora, en Perugia. El rey quería un Papa para que refrendara su tratado secreto con Aragón, que le devolvería Sicilia. El rey les quiso ayudar sometiéndoles 4 nombres. Los cardenales los ignoraron. Entonces se desataron desórdenes en Roma y Orvieto, y un asustado Cardenal Latino Malabranca les intimó, que un ermitaño había anunciado un castigo divino para los purpurados si seguían dejando sin papa a la Iglesia. Interrogado, Malabranca reveló que el ermitaño era Pietro da Morone, monje de 85 años que vivía en una cueva. Para salir del impasse, eligieron papa al ermitaño, el 5 de julio de 1294. El monje cisterciense, Joaquín de Fiore (Ü 1202,) había anunciado que algún día ocuparía la cátedra de Pedro, un papa con la integridad de un ángel, inaugurando una era espiritual. Su profecía era para el 1260, se atrasaó 34 años.

Pietro da Morone había sido benedictino, pero ya a los 21 años decidió vivir en la soledad de los Montes Abruzzi en Italia. Huyendo a la curiosidad de los visitantes, se mudó para montañas más agrestes en Maiella. Caminó a pie hasta el Concilio de Lyon en 1274, donde alcanzó la protección del papa Gregorio X. Celestino carecía de una buena formación. No podía usar el latín. Protegió a los franciscanos espirituales, decididos a vivir radicalmente la regla de Francisco. Los encontraremos de nuevo.

El futuro parecía promisorio. El día de su consagración, Celestino V entró en un burro en la L’ Aquila. El rey Carlos II de Nápoles y su hijo llevaban las riendas. Carlos II se ocupó de que el anciano papa gobernase desde Nápoles y no desde Roma. Celestino V le hacía mucho caso al rey Carlos II: aceptó sus propuestas para los altos cargos administrativos de la Iglesia. Creó 12 cardenales de los cuales 7 eran franceses. Celestino ratificó el tratado de La Junquera, mediante el cual los aragoneses se comprometían a devolver a Nápoles la posesión de Sicilia en tres años.

La administración de Celestino V era un caos. A veces asignaba el mismo beneficio varias veces a personas diferentes. Tramaba colocar la gran abadía benedictina de Montecassino bajo la custodia de su propia congregación.

A los cuatro meses, Celestino V, hombre serio, aceptó su fracaso como Papa. Consultó con un experto canonista, el cardenal Benedetto Gaetani la posibilidad de una abdicación voluntaria. El Gaetani, le preparó una renuncia a prueba de cardenales leguleyos. El 5 de diciembre, 1294, Celestino V reunió a los cardenales que pudo, les entregó sus insignias, les pidió que no dilatasen en elegir papa, renunció y manifestó su deseo de volver a su cueva. Usted se lo imaginaba: ¡eligieron papa a Benedetto Gaetani! Se llamó Bonifacio VIII (1294 - 1303). Pensó que si dejaba libre a Celestino V, sería una herramienta en manos de sus muchos enemigos. El primero, el rey de Nápoles, molesto porque Bonifacio decidió vivir en Roma y no en Nápoles, además canceló a todos los funcionarios amigos del rey. Eran también enemigos, los franciscanos espirituales. El ancianito manso Celestino V, logró escaparse y con la ayuda del pueblo y otros monjes se les escabulló a las patrullas papales ¡durante 4 meses por sus amadas montañas! De nuevo preso, falleció de una infección el 19 de mayo de 1296. Su muerte sería una de las acusaciones menores que enfrentaría Bonifacio VIII. Las espadas políticas e intelectuales que se batieron contra Bonifacio VIII guardan su filo intacto y las heridas infligidas, aún sangran.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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