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PENSANDO

La Gran Cadena de la Calidad

A principios de los 60-70 y 80’s, el béisbol dominicano brilló por las ondas hertzianas y la TV con el mayor esplendor en “La Gran Cadena de la Calidad”. La visión empresarial del entonces ejecutivo de la Compañía Anónima Tabacalera, José Augusto Thomén, y los grandes propulsores del talento dominicano en otrora, Caonabo (El Chino) Almonte, presidente de la Tabacalera, y don Poppy Bermúdez, presidente de Bermúdez y Cía., conformaron una tripleta perfecta para la simbiosis de talentos de la narración y el comentario del béisbol de más profesionalidad y capacidad de la época. Figuras en principio como Lilín Díaz, Johnny Naranjo y Freddy Mondesí, mostraron su gran talento por RTVD, cautivando a la gran afición dominicana. Posteriormente, con la unión del pionero, Ellis Pérez, se sumaron voces de oro como las de Billy Berroa, Félix Acosta Núñez, Jorgito Bournigal, Juan Nova Ramírez, Ramón De Luna y Ramón Naranjo. El primer contacto lo realizaron con la NBC y su vicepresidente, el cubano, Mike Pérez. El patrocinio de Montecarlo y Bermúdez tomó el mercado con las transmisiones coordinadas por José A. Thomén, desde el Yankee Stadium. Este inigualable grupo compartió micrófono desde el gran escenario del “big show”, con Buck Canel, Felo Ramírez, Musiú Lacavalerie y José Delio Amado León. También la Gran Cadena de la Calidad transmitió la pelota invernal dominicana para Águilas, Escogido y Estrellas Orientales, cuando se jugaba con cuatro equipos. En esa ocasión el coordinador y administrador lo fue el distinguido Pepe Copello. Billy, Osvaldo Cepeda y Tomás Troncoso, con Ellis Pérez, transmitieron desde 1963 por Radio Universal y a partir del 1965, todos juntos por “La Gran Cadena de la Calidad”. El apoyo al talento dominicano en grandes ligas fue matizado por esa brillantez de estos cronistas que conjugaban la dicción, lo ético, la capacidad y el respeto al público, en cada ejecución de su talento de alto nivel; cronistas que solo proyectaban sus condiciones humanas de formación doméstica incuestionable. Se sentía una competencia de nivel y altura por lo selectivo de esos maestros provenientes de lo más excelente de la locución de ese tiempo. Cabe señalar los escritos de don Fidencio Garris y Max Reynoso. A todos ellos, mi reconocimiento y admiración eterna por ser fuente de inspiración.

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