Diseño turismo enfrenta inversionistas

Desde hace días se desarrolla una agria polémica en torno a la construcción de torres para turistas en las zonas del Este país que es famoso por sus playas.

Es esencialmente una lucha empresarial. Hay criterios contrapuestos sobre que más beneficia a cada una de las partes, aunque se menciona el país como intermediario. Es importante no perder de vista lo esencial, que es el enfrentamiento de lineamientos económicos.

Punta Cana, nombre como se conoce el Este, la provincia y hasta la República Dominicana en el extranjero, es definida como un paraíso. Así me lo describen ciudadanos europeos en diferentes países que durante años he visitado. Ocurre también con personas en Norteamérica sobre todo en Canadá, cuyos nacionales desde hace décadas tienen un turismo sostenido con nosotros.

Este Edén es presionado por los herederos de Adán o Satán para que se cambie el perfil exitoso.

Quizá llegó el momento del cambio de explotación del terreno. En vez de bajas estructura se plantean elevar los edificios para acoger más visitantes. Sería concentrar la gente en los mismos espacios y darles cabida a torres acogida y múltiple propósito.

A fuerza de ser sincero confieso que no tengo los afinados argumentos de las partes, que deben tenerlo para sustentar el mantenimiento del perfil de la zona o cambiarlo drásticamente. En el fondo se trata de convencer al Estado para que sus representantes modifiquen o mantengan las reglas de juego.

En el medio de la refriega o como parte de ella, está el ministro de Turismo, Francisco Javier García, hombre que tiene una dilatada presencia en esa área de negocios y tiene un punto de vista. Eso hace pensar que en las altas esferas podría haber una decisión tomada. De ser así como natural es que sea expresada al mayor nivel.

El turismo es una de las áreas de recogida de divisas. Hay que ver si el cambio de explotación de la zona no mata la gallina de los huevos de oro y si la obcecación conservadora es retranca al crecimiento y maniata el desarrollo.

La polémica obliga al gobierno a replantear el estilo de negocios y dotar el Este con áreas de servicios para el crecimiento en cualquiera de las formas que se escoja y eludir que en el futuro sea suma de arrabales más perjudícales que las inoportunas visitas de los sargazos.