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“Se acerca su liberación”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Primer Domingo de Adviento - 2 de diciembre, 2018

Este domingo iniciamos el Tiempo de Adviento que significa venida y que se realiza en un triple plan: pasado, Cristo vino al mundo en su venida histórica; está viniendo hoy a la comunidad cristiana y vendrá al final de los tiempos. El tema central de estas próximas semanas es la esperanza y su culminación celebrar el Nacimiento del Enmanuel. La Navidad que comenzamos a preparar es verdadera venida de Dios a nosotros, coincide con la misión de la Verdad y del Bien, desde la Iglesia y los cristianos al mundo y a los hombres. Estemos atentos y vigilantes, como nos invitan las lecturas de este Primer Domingo de Adviento.

a) Del libro del profeta de Jeremías 33, 14-16.

Después de un Adviento de siglos, Jesucristo vino al mundo en Belén. Es lo que vamos a revivir en estas semanas. Nosotros sabemos que Jesús, el mismo que vino en la humildad de la carne, vendrá al final de los tiempos. Por eso estamos celebrando un tiempo de gracia y de salvación. Este domingo la Iglesia nos propone un texto del profeta Jeremías, cuyos vaticinios de calamidades quedaron sobradamente cumplidos con el destierro de Babilonia.

Pero, aunque el Señor los había devuelto a su tierra y a su patria, la mayor parte de ellos se dedicaron a construir sus propias viviendas. El Templo y las murallas de la ciudad se habían quedado en sus cimientos. Parece que muchos habían olvidado la herencia de su pasado religioso y comenzaron a vivir como los otros pueblos. Ante esta situación Jeremías profetiza: “Suscitaré a David un vástago legítimo...que se siente en el trono de la casa de Israel” (v.15). Se trata, pues, de una profecía fundamentalmente mesiánica.

b) De la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 12-4, 2.

Recuerdo lo que ya he dicho a propósito de esta carta. Tesalónica, la actual Salónica en Grecia, era la capital de la provincia romana de Macedonia desde el año 146 a.C. y en la ordenación jurídica del imperio, ciudad libre desde el año 44 a.C.; ciudad portuaria, comercial, reina del Egeo, próxima a la vía Ignacia que unía el Sur de Italia con Asia. Era una ciudad cosmopolita, próspera y, como tantas ciudades importantes, ofrecía el sincretismo religioso: cultos orientales, egipcios, griegos y también el culto imperial.

San Pablo al ser expulsado de Filipos, se dirigió a Tesalónica, huyendo pronto de allí, pasó a Berea hasta donde lo persiguieron y marchó a Atenas. Fracasado en la Capital cultural se asentó en Corinto. Le asaltó el recuerdo de los tesalonicenses y la preocupación por aquella comunidad joven y amenazada. Le envió a su fiel colaborador Timoteo para que los alentara y volviera con noticias, muy buenas, por cierto.

El Apóstol termina esta primera parte de su carta abriendo a la comunidad el horizonte último de la historia “cuando venga nuestro Señor Jesús con todos los santos”, cuya esperanza los mantendrá firmes en la tribulación presente.

c) Del Evangelio según San Lucas: 21, 25-28.34-36.

En este pasaje se distinguen dos partes fundamentales: una descriptiva (vv. 25-28), se refiere al anuncio de la liberación, con lenguaje propio del género apocalíptico se describen los cataclismos del fin del mundo, para concluir con un grito de esperanza ante la aparición del Hijo del hombre, con poder y gloria. Y la otra exhortativa (vv. 34-36), en la que Jesús invita a la vigilancia. Estén, pues, en vela para tener fuerza y poder mantenerse en pie ante el Hijo del hombre.

Asimismo, se expone la visión apocalíptica del tercer Evangelio, paralela en gran parte con las visiones de San Mateo y San Marcos. Pero Lucas, que es el más tardío de los tres (se escribió hacia el año 80 del primer siglo), escribe con más perspectiva histórica. Ya ha sucedido la conquista y destrucción de Jerusalén por Tito (año 70) y se ha verificado el retraso de la última venida del Señor que, en un principio, se creyó inminente. El enfriamiento de aquella espera febril podía producir menos vigilancia, de ahí la alerta de la parte exhortativa de la lectura evangélica.

En este evangelio se escucha una proclama de esperanza que abre el Adviento: “Se acerca vuestra liberación”. En estas palabras hay, sin duda, una clara sintonía con la expectativa radical del hombre de hoy y del cristiano actual que se pregunta por su quehacer en la hora presente del mundo. El hombre es un ser-que-espera, no puede vivir sin esperanza, pues ella constituye una parte fundamental de su estructura personal y sicológica, como dicen los antropólogos. Gracias a la esperanza la humanidad avanza. Gracias a la esperanza, el hombre y la mujer cristianos tenemos aguante y respuestas ante la vida y la muerte, el amor y la violencia, la salud y la enfermedad, el trabajo y los problemas de cada día. Quien nada espera está acabado como persona y como cristiano.

La esperanza depositada en Jesucristo no defrauda, por eso el cristiano no puede ceder al derrotismo, Cristo nos libera desde dentro, porque nos libera del pecado y nos transforma en hombres nuevos, libres de los criterios del hombre viejo y una vez liberados, tenemos que empeñarnos en transformar la realidad que nos rodea por medio del amor. Amor que se hace justicia, fraternidad, solidaridad con todos los seres humanos, especialmente con los pobres y necesitados, porque ese fue el estilo de Jesús y es el espíritu de las Bienaventuranzas.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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