Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

O se escupe o se traga

Avatar del Listín Diario
Ramón Pérez FermínSanto Domingo

No hay dudas que de la exquisitez intelectual de Antonio Machado, se destaca más sus fecundes poéticas que su legado político, y es por ello tal vez, que no recuerdo con precisión el contexto en que leí por vez primera aquel juicio lapidario del ilustre sevillano de las letras, que consagra que: “Si ¿dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”.

Al margen del despiste, la enjundia que se desprende del referido criterio, nos convoca a pensar si como nación estamos abordando la problemática haitiana con veracidad y seriedad o con objetividad encomillada y dudosos axiomas.

La sospecha de que la soberanía del Estado se encuentra amenazada a partir de las sucesivas presiones internacionales, así como por el desafío a las decisiones de sus poderes públicos, se abona recurrentemente con la actitud de algunos que pretenden estigmatizar las acciones de quienes aspiran a replantear la postura del Estado dominicano en su interacción con la patria de Louverture y Dessalines, sobresimplificando las diferencias del tema. La estrategia siempre ha sido reducir el debate a la esfera de la intolerancia y al nacionalismo peligroso.

La migración haitiana descontrolada, el ultraje comercial que constituyen las injustificadas vedas por parte de las autoridades haitianas a productos de procedencia criolla y las persistentes violaciones al espectro radioeléctrico dominicano por parte de emisoras haitianas, entre muchos otros abusos cometidos contra nuestro país, se contrastan con el espíritu solidario y de buena voluntad de República Dominicana, en cada evento que ha acusado la nación contigua. Tal vez por ello, cientos, miles de compatriotas exigen que sus reclamos no sean conducidos con pretensión falaz al tamiz de la intolerancia.

La intolerancia colinda con la soberbia, con el exceso, la intransigencia y la cerrazón, mientras que la tolerancia cero, pretensión legítima de muchos de nuestros conciudadanos, está sustentada por la aplicación de la justicia sin dobleces, sin vergonzosas excepciones y sin perversos matices; en fin, con la aspiración del cumplimiento adecuado de las reglas establecidas. Editar la historia es al final del camino, mentir dos veces.

Idénticamente, los mismos grupitos insisten en torno a otro agrumento descalificativo, el de endilgar la etiqueta de nacionalistas peligrosos a quienes apuestan por replantear la estrategia de defensa de la soberanía. Reconozco desconocer el sentimiento de todos y cada uno de los dominicanos sobre el tema en cuestión, pero me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme, que la psicomotivación que prima en la mayoría de nuestro pueblo es patriótica y no un estímulo de corte nacionalista.

Afirmo ello porque, el segmento más amplio de nuestra población lo que ha reclamado con motivación patriótica por décadas, no es más que el respeto y la conservacion de su cultura en el sentido amplio, en donde se preserve nuestra génesis fundacional y los valores que nos tallaron en origen. ¿Acaso no es legítimo que cualquier pueblo defienda su lengua, su cultura, sus costumbres y creencias?

A contrapelo se erige el nacionalismo, una especie de empinamiento aberrante frente a los valores culturales de las demás naciones; más que nada un tipo de desprecio o descalificación a los patrones que conforman otras sociedades o conglomerados.

En República Dominicana hay miles de patriotas que se decantan por intentar revertir la tendencia al deterioro de la dominicanidad que se ha fraguado en el pasado reciente y se resisten a mirar con indiferencia el drama. Desafortunadamente para algunos, la mueca que produce la media verdad, dibuja trazos mas allá de la sospecha.

Y es que, en lo que respecta a la soberanía nacional, no hay posturas intermedios ni tibiezas; o se defiende la patria o se conspira contra ella, porque definitivamente no se puede escupir y tragar a la misma vez.

Tags relacionados