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FE Y ACONTECER

Solemnidad de Cristo Rey

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CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZSanto Domingo

La celebración de la Fiesta de Cristo, Rey del Universo, cierra el año litúrgico con el acento escatológico y apocalíptico propio de los últimos domingos de cada ciclo. Fue establecida por el Papa Pío XI en el Año Santo 1925 como reacción ante la amenaza religiosa que suponía el laicismo de las democracias modernas.

a) De la profecía de Daniel 7, 13-14.

El capítulo séptimo de Daniel nos presenta en lenguaje apocalíptico, las visiones que tuvo. Éste profeta difiere de los demás tanto por la elegancia de su estilo como por el hecho de estar escrito en arameo mientras los otros están en griego. Los elementos simbólicos con que nos encontramos son: el gran mar, los cuatro vientos, las cuatro bestias, el pequeño cuerno, el anciano de días y el “Hijo del Hombre”. Después tuve otra visión nocturna, una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima, tenía grandes dientes de hierro.

La visión continúa cuando aparece un anciano de blanca túnica y blanca cabellera, símbolo de pureza y rectitud, que se sienta en un trono de fuego justiciero y purificador. “Miles y miles lo servían”, toda la angeología persa puesta al servicio de Dios, del anciano de muchos años, del anciano sin principio ni fin. Comienza el juicio, el insolente undécimo cuerno es matado, descuartizado y echado al fuego. Lo “undécimo” es siempre la máxima imperfección, por ser uno menos de doce que es la perfección suprema como múltiplo de “tres” por “cuatro”.

Es ahora cuando Daniel “ve venir en las nubes del cielo como un Hijo de Hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él”. A este “Hijo de hombre” se le da poder, honor y reino, es el rey número doce. Todos los otros reinos vinieron del océano, el reino de Dios y quien lo sustenta viene de arriba. Daniel identifica a este “hijo del hombre” con el futuro Mesías y sabemos que Jesús se aplicó a Sí mismo el título de “Hijo del hombre” y lo usó repetidas veces en los evangelios. El Hijo del Hombre vendrá sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria al fin de los tiempos.

b) Del libro del Apocalipsis 1, 5-8.

La palabra griega “Apocalipsis” se traduce al latín como “Revelación”. Con estos dos nombres es conocido el último libro del Nuevo Testamento. Su autor quiere levantar y afianzar la fe de sus lectores porque Dios está a cargo de la historia y los poderes del mal no pueden prevalecer contra la Iglesia. El inmenso poder del imperio romano - perseguidor de la Iglesia - va a caer - como ya cayeron en el pasado los enemigos del Pueblo de Dios. Este Juan es constituido testigo de cuanto ha visto y oído: visiones y anuncios. Desde el principio afirma solemnemente que su escrito es “palabra de Dios”, es decir, profecía y testimonio de Jesucristo.

Quien escribe este libro se llama a sí mismo Juan y dice estar confinado en una isla por confesar a Jesucristo. De la lectura de este libro, deducimos que el autor es de origen judío, muy versado en el Antiguo Testamento, especialmente en los profetas. Del género apocalíptico, además del nombre, tomó muchos otros recursos. Los destinatarios inmediatos son siete Iglesias de la provincia romana de Asia, a las que Juan se siente particularmente ligado y a las que escribe para compartir sus penas y por el encargo “profético” recibido. Como Pablo escribía desde la prisión, este Juan escribe desde el destierro a unas comunidades que ya saben de hostilidad y acoso, que ya han tenido mártires y que ahora se enfrentan a la gran persecución.

c) Del Evangelio según San Juan 18, 33-37.

Jesucristo es el Alfa y la Omega (primera y última letra del alfabeto griego), es decir, el principio y el fin de la historia humana que Dios convierte en historia de la salvación. El Señor se proclama Rey en el contexto de su Pasión; “Tú lo dices, yo soy Rey”.

En la fiesta de Cristo Rey, la Iglesia nos presenta como lectura del Evangelio los versos del capítulo 18 de San Juan. Pilato dijo a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los Judíos? Jesús le contestó: “Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿qué has hecho?”. Jesús le contestó: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

Pilato le contestó: “Con que, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: Yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pilato tendrá que condenarlo si no quiere perder el favor de su emperador Tiberio. Ser rey significa para Jesús dar testimonio de la verdad, es decir, de Dios. Por eso, todo el que es de la verdad escucha la voz de Jesús.

Al leer este pasaje, viendo a Jesús apresado, y sometido a las humillaciones de la soldadesca romana, a Pilato le resultaba extraño que Jesús se proclamara rey.

Después del Concilio Ecuménico Vaticano II debemos situar la fiesta de Cristo Rey en un contexto social distinto. El mundo posee su propia autonomía, no pertenece a la Iglesia. Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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