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PUNTO DE MIRA

José Reyes compositor olvidado

Cuando se produjo el Trabucazo de Mella un curioso niño de nueve años residente a pocos pasos de la Plaza del Pueblo se enteraba que esos hombres que correteaban cerca de su casa le habían cambiado la nacionalidad. En lo adelante José Rufino Reyes y Siancas, residente en la actual calle arzobispo Nouel, sería dominicano.

También cerca de su vivienda se fundó La Trinitaria. Frente a la Iglesia del Carmen se citaban los jóvenes revolucionarios que lideraba Juan pablo Duarte. Conoció a los trinitarios y vio de cerca como el valor encarnaba en los patriotas que serían su ejemplo.

José Reyes era hijo del comerciante detallista Rafael Reyes y de la señora María Siancas. Tenía una fuerte vocación musical. Aunque tomó lecciones con el director de la banda militar, Juan Bautista Alfonseca, por sí mismo aprendió a tocar varios instrumentos musicales, especialmente el violonchelo. Poseía facilidad para la composición y elaboró mazurcas, valses, pasos dobles y misas. Su carácter modesto y autocritico impidió que sus obras tuvieran mayor difusión.

La obra trascendental de Reyes fue un himno. Es posible que sus inicios en una banda militar y la vida en su entorno revolucionario le provocaran construir una épica y marcial pieza musical que sería el Himno Dominicano. En 1882 varios intelectuales de su época como César Nicolás Penson, Francisco Henríquez y Carvajal, José Joaquín Pérez, José Dubeau y Emilio Prud¥Homme, aportaron sus textos como estrofas, pero sería la versión del último que quedaría en la versión final. Reyes nació el 15 de noviembre de 1835 en Santo Domingo de Guzmán donde murió el 31 de enero de 1905. Este artista y combatiente en las guerras de independencia, tuvo reconocimiento popular pero no vivió para ver su himno institucionalizado, porque se adoptaría en 1934.

Los pueblos deben ser agradecidos y con José Reyes no existe un tributo que le haga justicia no solo a sus aportes musicales, entre ellos la creación del canto nacional, sino a su entrega como luchador revolucionario.

Ese jovencito nacido en la Zona Colonial se columpió en los avatares de su época con brillante participación, pero nuestras generaciones pasan y nada saben de este meritorio artista que acongojó al país con su partida.

Quizá la iglesia católica tenga de recuerdo partituras religiosas de su autoría o esté rezagado cualquier pentagrama en casa de algún historiador; una búsqueda permitiría rescatar su obra. José Reyes debe ser exaltado.

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