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Paros intimidantes

Han vuelto a convertir la calle en protagonista de la vida diaria dominicana. Ahora se hacen coincidir los “verdes” y los epopéyicos del Falpo. A estos últimos siempre les ha fascinado la movilización callejera incluso con pasamontaña y armas de fabricación casera para lograr la tan esperada “Revolución Lumpen”. Con rabia se exigen los asuntos públicos, esta vez modificar la ley de hidrocarburos -esa es la excusa visible, pero las ocultas son las desesperadas tentaciones que provienen de la obcecada ensoñación de echar del poder al peledeísmo gobernante- que crea una “devastadora” crisis del transporte de pasajeros y de carga. Vivimos en una democracia de imagen, y ya la razón nos la dan los “verdes”, con sus marchas multitudinarias que han creado un delirio de poder seductor para lograr las reivindicaciones por lo que tanto se ha luchado en la República Dominicana. Lo que no ha podido la disgregada oposición choferil y “verde” es traducir el descontento en votos suficientes porque han faltado políticos serios y no desvergonzados como los que orientan sus designios. A las marchas y protestas intimidantes se han sumado con apoyo cómplice y sin disimulo el PRM y el PRSC, como si la democracia y la sociedad hayan defraudado las expectativas que se han depositado en ellos. Fijar posición de solidaridad con Fenatrano y compartes es estimular el alboroto con violencia para aguijonear al adversario con el que hay que entrar en confrontación. Tenemos violentos críticos, ¿y el ámbito de diálogo ofrecido por el Gobierno? ¡No! ¡Hay que hacer el terreno fértil a posiciones extremistas! Si se ofrece espacio para la discusión, espacio plural y abierto, y hasta espíritu de hospitalidad, entonces por qué deciden con exasperación y sublevados ánimos montar un ambiente de duda. Sin propuestas válidas ni creíbles; sin ideas y sin programas, es decir, vacíos de contenido. Por el contrario, exhibir músculos en la calle y no en las urnas son los fenómenos habituales de estos grupos.

Desde luego, además de los que azuzan las protestas intimidantes, cabe reconocer, y es cierto, que a veces creamos las condiciones para el clima de agitación y el estado de opinión que se generan, encontrando fértil el terreno para que surjan posiciones extremistas que es necesario evitar. El Presidente que no es ciego ni sordo debe enterarse que hay un clamor silencioso que resuena con eco más potente que los habituales, desde que apostó por seguir en la Presidencia y acompañado de un funcionariado con los mismos rostros, con ideas gastadas y con los mismos comportamientos. Hay que tener cuidado con la pasividad ciudadana, con queja de rabiosa impotencia; ¡con los discursos empapados de elogios para ocultar errores e incapacidades! El Gobierno es bueno que reconozca cuanto antes las características reales de su conformación y, si es posible, atender las peticiones que requieren de su atención inmediata para rescatar su autoridad.

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