Las flores para el general Santana

Conversé ampliamente con el profesor y buen amigo Manuel Núñez sobre la falta de lógica e irrespeto de querer estar moviendo de aquí para allá y de allá para acá los huesos del general Pedro Santana. Este prestigioso intelectual advierte que eso no aporta nada al país, que está enfrentando una invasión pacífica de los haitianos. Piensa que lo que están en eso son unos cuantos izquierdistas resentidos y vagos.

Núñez entiende que aunque Santana tiene méritos de sobra para estar en el Panteón Nacional, debió permanecer en la iglesia de El Seibo, porque, según él, no es lo mismo vivir en un condominio a residir solo en una mansión. Es decir, para el presidente Santana y sus seguidores era mejor permanecer en la iglesia de su pueblo natal a ser uno más en el montón en el Panteón Nacional.

Pero ya que fue llevado a ese lugar, ahí debe permanecer.

Me explicó que la iglesia (él la llegó a visitar) era un lugar de veneración para los santanistas; donde nunca faltaban visitantes y flores que llevaban personas de todo el país y de dominicanos que viven en el extranjero. Relata que padres y madres llevaban sus hijos para que conozcan y vean la tumba del general “que con la sangre en la cintura” mantuvo a raya a los haitianos en la fundación de la República.

Manuel Núñez aclara que Santana “no era un loco” o “un improvisado” cuando buscó el protectorado de España, pues lo hizo pensando en tres factores. Uno: el demográfico, pues entendía que Santo Domingo español estaba en riesgo de desaparecer como territorio con su lengua, cultura y religión.

Es decir, podía ser engullido por Haití, que nunca iba a parar hasta lograr su objetivo. Con España se preservaba la lengua, la religión cristiana y demás elementos autóctonos del habitante del Santo Domingo español.

Dos: el factor militar. Santana tomó en cuenta que los dominicanos habían estado bajo el acoso de una potencia militar como Haití, que contaba con un ejército de más de 50 mil soldados bien armados y con muy buena logística. Y según Núñez, los dominicanos contaban con ocho mil soldados y cuando más podía llegar a 10 mil y sin las armas modernas para mantenerse en guerra constante contra una potencia militar. Los combatientes dominicanos eran agricultores que andaban descalzos y su principal arma era el machete. Piensa que es posible que Santana se sintiese cansado, sin la energía de la juventud para la batalla constante y quería que luego de su muerte se preserve el territorio de Santo Domingo español.

Tres: el factor económico. Los dominicanos vivían en medio de una pobreza espantosa; y Haití estaba en bonanza económica. Haití era la colonia francesa más próspera, y al independizarse heredaron toda esa estructura económica y militar. Haití era tan fuerte que se daba el lujo de ayudar a otros pueblos con armas y recursos económicos, como lo hicieron con el libertador Simón Bolívar, cuando luchaba por su proyecto de la “Gran Colombia”.

El mito de los Santana Núñez explica que los trinitarios, para sustentar el proyecto independentista, buscaron el apoyo de los Santana porque era una familia que estaba precedida de una leyenda en el campo militar. “Se le tenía como la gente más guapa (valiente) en todo el Este”, añade. El padre, que se llamaba también Pedro Santana, había participado en la Batalla de Palo Hincado (1808), junto al general Juan Sánchez Ramírez.

A Santana padre se le atribuye el decapitar (cortar la cabeza) al derrotado general Jean Louis Ferrand, que comandaba el ejército francés. Con esa derrota Santo Domingo vuelve a estar bajo el dominio de España.

Por estas razones, los trinitarios se cobijaron bajo la sombra de los Santana. Explica que después del grito de independencia, 27 de febrero de 1844, Pedro Santana entra a la capital (el 8 de marzo) con 600 peones, dando inicio al nacimiento del Ejército dominicano. Y que se iba a convertir en leyenda en todas las batallas contra los haitianos.