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OTEANDO

La quinta pata al gato

No bien se firmaron los acuerdos con la República Popular China cuando los amenazados intereses de algunos y el resentimiento de otros afloraron con los más diversos matices, y por todos los medios de que se dispone para bombardear hoy día lo que no nos conviene, ya porque nos cause disminución en nuestras expectativas de ganancia, ya porque hiera nuestra vanidad al considerarnos los únicos a través de los cuales deben ocurrir las cosas trascendentales.

Desde aducir que China hizo un aporte material al gobierno dominicano para que rompiera las relaciones con Taiwán -no faltó quien dijera que también regalos a algunos funcionarios-, hasta decir que corríamos el gran riesgo de afectar nuestra relación con nuestro principal socio comercial, habida cuenta de que el coloso del norte está representado hoy por un hombre de exacerbado sentido nacionalista que no nos perdonaría la osadía de pactar con China, fueron algunos de los argumentos utilizados por quienes adversan el gobierno, sea de manera pública o de manera privada.

La cuestión ha encendido todo un infierno interior en muchas personas. Algunos porque, siendo políticos y empresarios a la vez, se vieron obligados a disimular una sensatez que no tienen.

Habiendo reconocido en su fuero interno que el paso es trascendental para nuestro futuro económico sintieron que era imperativo apoyar públicamente la iniciativa, pero solo para quedar bien; pues, a la par, sienten amenazado su desempeño económico por el posible efecto de una abundante oferta de bienes o servicios de idéntico género de aquellos que se dedican a suplir en nuestro medio, acaso con desempeño monopólico.

Otros tienen razones diferentes. Es el caso de algunas organizaciones civiles, “tradicionales defensoras de nuestros mejores intereses”. En su caso, son muchas las amenazas. Si ya tengo establecida una relación con una potencia que me provee los medios para incidir en la toma de decisiones por efecto de la presión, en el marco de un esquema que a la vez me deja una “colita” que me asegura “vivir a la ché”, sin dar un golpe, y pasármela de evento en evento, de recepción en recepción, socializando con diplomáticos, empresarios y sectores de poder, lo más natural es que piense que si llega la competencia de mi proveedor, mi negocio, perdón, quise decir mi abnegado trabajo e instrumento de lucha por el bienestar de los demás, se vea amenazado y haga o diga cualquier cosa para desacreditar el pacto en cuestión.

Y es así como vemos que ahora la última exigencia es la de transparencia en todo lo que haga el Presidente y su comitiva en el viaje de siete días a China. Como si un evento de esa naturaleza admite mañosas tratativas, o como si un hombre de la estatura del presidente Danilo Medina va a desbaratar con los pies lo que ha construido con las manos.

¡No, señores “preocupados”! Danilo no hará eso. Sabe que está escribiendo con sus acciones su propia apología, esa que lo colocará en la historia como un hombre de dimensiones planetarias, y al que las presentes y futuras generaciones sabrán valorar en su justa dimensión por haber dejado tatuado en la memoria colectiva de su pueblo el símbolo de su vocación hacia lo correcto y su atinada inclinación hacia lo conveniente y lo oportuno en beneficio de todos. Y eso es ser un verdadero estadista. Por tanto, den muestra de grandeza política, aplaudan lo bueno y contribuyan a ello, para que el pueblo, que ya está desarrollando sentido crítico, pueda pensarlos como posibles representantes. Ya no le busquen más la quinta pata al gato.

El autor es abogado y politólogo

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