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ORLANDO DICE

Impresión de apertura

UNO: BARAJANDO PLANES.- La idea en principio era organizar un piquete ante la Casa Nacional, aunque los cabezas calientes, y un poco para disimular, quisieron que mejor en la Casa Presidencial. La prudencia, que en ocasiones acompaña a los condenados, pensó que era más conveniente crear un espacio de diálogo, en el fondo un desahogo, pero que daría impresión de apertura del partido a las bases. Las bases -en verdad- quieren que las tomen en cuenta, pero no para hablar de Constitución ni de Ley de Partidos, y menos primarias abiertas, sino de la sociedad civil. Llevan años en ese ánimo y con ese reclamo, mucho antes de las actuales situaciones. ¿Cuál es el problema? Las cuotas de poder que la administración pone en manos de representantes de la sociedad civil que no saben cómo se batió el cobre, y se despachan a sus anchas y no reconocen méritos a los dirigentes medios y mucho menos a los de abajo. Esa queja incluso es de senadores y diputados que tocan esas puertas y nunca se abren, y ellos responsables ante sus compañeros sin poder resolver. A Leonel Fernández le gusta un can, y el can se le permitió. Lo suyo debió ser un confesionario, pero en términos reales, un cadalso para el gobierno en falta...

DOS: ENTREGANDO ARMA DE REGLAMENTO.- Como a las advertencias les hicieron el caso del mismo, como los recursos por trasmanos fracasaron en el intento, como el diálogo con las bases no llenó el cometido, no quedó más remedio que entregarse de manera elegante. Arreglar la carga, ya no en el camino, sino llegando a su destino. La propuesta fue de Leonel Fernández, pero tan bien hecha que sus oponentes de Danilo Medina no le cambiaron ni una coma, y tan favorable era el ambiente que se habló de aclamación, y se hubiera logrado la aclamación si Melaneo Paredes no interfiere. No fue el mismo guión, pero sí el personaje y la actuación en el escenario del comité Central. En la ocasión anterior, que era para refrendar y convertir en reglamento las resoluciones del Octavo Congreso, tomó un turno y demandó aplazamiento alegando una ley de partidos que no se sabía cuándo sería aprobada. Paredes es así, la dirección del partido lo sabe y sus compañeros también. En un territorio dominado por dos, él quiere organizar un tercer frente, y la generosidad o la interpretación laxa de los estatutos permite lo que en otro tiempo se hubiera considerado una insolencia y provocado, además, consecuencia. Juan Bosch no hubiera tenido paciencia y Melaneo, haciendo honor a su apellido, estuviera exiliado en La Pared de Haina. La institucionalidad del partido debe pasar por la disciplina...

TRES: GITANO QUE NO LEE SUS CARTAS.- Leonel Fernández es un político admirable, un gitano salido de la tienda, pero que conserva la magia de su raza. Aunque tiene una falla: arregla los sueños, vende el número a otro y después protesta el premio. Lo justo era que superada la prueba del comité Central, y con el beneplácito de todos, dejara apacentar las ovejas. Pero no. El mismo que escribió un artículo en el Listín para explicar situaciones, habló para explicar un resultado completamente distinto a la expectativa creada. El delirio del discurso, el creer que las palabras puedan cambiar los hechos, y que una evidente derrota podría convertirse en triunfo, por lo menos en la amenidad de sus parciales. Nada nuevo. Igual hizo cuando el cordero fue sacrificado en Metro Country Club. Entonces también habló y resabió como el niño que despojan de su mejor juguete y forzó el acuerdo de los 15 puntos, letra muerta excepto en cuanto a la reelección del presidente, senadores, diputados, alcaldes y regidores. Si el documento suscrito por los miembros del comité Político se hubiera aplicado punto por punto, no cayera ahora esta llovizna ni se produjeran estos lodos. Fernández hubiera recuperado su liderazgo en la letra, y el espíritu cambiante -ya se sabe- entra en todas. Pero hubo agravios que no se replican, pero que por igual no se olvidan. El Dictador del Siglo XXI tiene sus maneras, y su rodillo es silencioso, pero aplasta la tierra y remueve las piedras. Quería comité Central, pues el comité Político era imposible, y le dieron comité Central...

CUATRO: MORIR EN EL INTENTO.- Cuentan en las callecitas laterales o allegadas al Palacio Nacional, que en la tarde y noche del viernes los mediadores oficiosos, preocupados por la temperatura del enfermo, hicieron diligencias médicas. Solo que el seguro estaba vencido o no quisieron tomarlo. El facultativo dijo que nada de negociación aparte, al margen de la institucionalidad, que lo que hubiera que arreglar o acordar se haría en el escenario del comité Central. Todos juntos. Además, nada había que negociar o acordar, pues cada una de las partes había dejado clara su posición en el comité Político. Medina conocía el pensamiento y las acciones de Fernández, y Fernández sabía por igual que Medina no iba a ceder en lo principal: que la elección de candidatos fuera con primeras abiertas, simultáneas y organizadas por la Junta Central Electoral. Lo que dice la Ley de Partidos y la respuesta que debía darse al organismo que había emplazado. Como no se tenía el propósito de plantear reforma constitucional ni crear condiciones para la reelección, la reunión fue de procedimiento. El objeto fue adecuar los estatutos del partido a la nueva legislación. La ley interna existía desde antes de la Constitución del 2010 y siguió en vigencia sin que la Carta Magna se ofendiera y reclamara su sujeción. La fábula, aunque se vista de seda, fábula se queda...

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