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PASADO Y PRESENTE

La Capilla de los Inmortales

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Cuando se examina cuidadosamente los nombres de los personajes ilustres cuyos restos descansan en el Panteón de la Patria, entre no pocas personas casi siempre surge la interrogante de si en ese sagrado recinto se encuentran los despojos mortales de todos los que, en justicia, deberían estar allí para ser objeto de veneración pública. El proceso de selección de algunas cenizas, ilustres o no, no ha estado exento de un factor típico de la cultura política vernácula: me refiero a la influencia nociva que el caudillismo y el autoritarismo políticos han ejercido sobre la colectividad desde la fundación de la República. Entre algunos especialistas del pasado dominicano existe la impresión en el sentido de que, de alguna manera, la referida influencia contribuyó a moldear una corriente de pensamiento de trasfondo autoritario que, con el devenir del tiempo, impidió el desarrollo, entre los dominicanos, de genuinos valores y principios democráticos.

Primeras inhumaciones. Una de las catorce capillas que forman parte de la Catedral Primada, está dedicada a la devoción de la Virgen de la Altagracia, y fue ese el lugar escogido por la entonces alta jerarquía católica para albergar los restos de personas ilustres, dando así inicio a lo que con el tiempo se constituiría en el Panteón de la Patria. Sabemos que las primeras inhumaciones de próceres republicanos tuvieron lugar en la Catedral entre 1875 y 1891, y se trató de los restos de Francisco del Rosario Sánchez, Juan Pablo Duarte y Ramón Matías Mella. Después de esas primeras inhumaciones, el Estado dominicano continuó gradualmente con el proyecto de construcción de un panteón para los héroes, próceres y mártires de la nación. En 1895 fueron ingresados los restos de Balbina de Peña viuda Sánchez, a los que posteriormente siguieron María Trinidad Sánchez y Socorro del Rosario Sánchez, tía y hermana, respectivamente, del Mártir de San Juan. Más adelante, les correspondió tan alta distinción nacional a Antonio Duvergé, José María Cabral, Gregorio Luperón, Pedro Alejandrino Pina, Ángel Perdomo, Cayetano Abad Rodríguez, José María Serra, José Núñez de Cáceres, Juan Sánchez Ramírez, Santiago Rodríguez, Benito Monción, José Joaquín y Gabino Puello, Emilio Prud¥Homme, José Reyes, Juan Nepomuceno Ravelo, Juan Isidro Pérez (cenotafio), Félix María Ruiz y Francisco J. Peynado, este último inhumado en 1933. Conviene resaltar que las cenizas de estos prominentes próceres, salvo los restos de Duarte, Sánchez y Mella, permanecieron en la Capilla de los Inmortales hasta el año de 1974.

El Altar de la Patria. El Baluarte o Puerta del Conde fue oficialmente declarado “Altar de la Patria”, mediante la Ley No. 1185 del 19 de octubre de 1936, en vista de que fue allí en donde, el 27 de febrero de 1844, devino realidad concreta el sagrado ideal de los trinitarios fundadores de la República. Cierto tiempo después, el legislador acogió una propuesta del Poder Ejecutivo para consagrar la Puerta del Conde como tumba definitiva de los Padres de la Patria. Así, cuando el país se disponía a conmemorar el centenario de la independencia nacional, los restos de Duarte, Sánchez y Mella fueron exhumados de la Catedral para ser depositados bajo el arco triunfal de la Puerta del Conde. Los preparativos de tan solemne acto se iniciaron un año antes, pero el día de la solemne ceremonia las urnas de madera en las que reposaban las cenizas de los Padres Fundadores fueron sustituidas por urnas de plomo y, en la mañana de ese 27 de febrero de 1944, se realizó la traslación de los restos ante una comisión que presidió el dictador Rafael L. Trujillo, quien pronunció el discurso de orden. Esos despojos venerables permanecieron bajo la Puerta del Conde poco más de tres decenios hasta que el entonces presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, dispuso la remodelación del parque Independencia, así como la construcción de un imponente mausoleo funerario para albergar los restos de los Padres de la Patria, que finalmente fueron trasladados el 15 de julio de 1976 con ocasión del centenario de la muerte del principal Padre de la Patria. Desde entonces los restos de Duarte, Sánchez y Mella yacen en ese sagrado mausoleo conocido como el Altar de la Patria.

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