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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

¿Por qué duermo en el suelo?

¡Dizque dormir en el suelo! ¿A quién se le ocurre? Empecé a reclinar la cabeza en el suelo en 1973. Ha llovido mucho desde entonces. Con unos amigos alemanes me trasladé en el verano de ese año, a un pobladito de Francia, llamado Taizé, donde existe una comunidad ecuménica dedicada a trabajar con jóvenes.

En esa comunidad los jóvenes visitantes duermen en el suelo, bajo grandes tiendas que protegen de la intemperie. Le cogí el gustico y desde entonces no quiero saber de las camas. ¡Diama! De eso hace ya, ¿cuántos años?

Lo que empezó como una necesidad, lo he convertido en una filosofía de la vida. Hay muchas ventajas en dormir en el suelo. Si no es verdad, está bien inventado.

Lo primero es que está científicamente demostrado que, quien duerme en el suelo, es físicamente imposible que se caiga de la cama. Se evita así, lo sucedido a tanta gente, que en medio de una dramática pesadilla se aterrice sin paracaídas en el pavimento. Por pequeña que sea la altura, puedes tener como consecuencia que te lleven a un hospital para ser enyesado. Esto en el mejor de los casos, si quedas vivo y no te das por la cabeza.

Además de eso, aunque no haya sido declarado por la ONU, el suelo es patrimonio natural de la humanidad. La cama en cambio fue inventada para romper la cercanía con la madre tierra. Lo normal es dormir en el suelo, no lo otro.

Pero la razón más contundente que justifica lo que muchos consideran un disparate, y tal vez tengan razón, es que quien duerme en el suelo no debe subirse, encaramarse, treparse; aprende necesariamente a inclinarse, agacharse y abajarse.

Es decir, se aprende a ir contracorriente, pues en este mundo todos quieren treparse y encaramarse para estar por encima de los demás. Esto sucede en el campo de la política, la economía, los negocios, el arte y hasta la misma Iglesia no se libra de esa tentación. Naturalmente quien duerme en el suelo, si se cae en los momentos de oscuridad de la vida, el golpe que se da es mucho menor que quien está encaramado.

Esa fue tal vez la razón por la que se salió del montón Francisco de Asís y quienes en la historia han huido del mundanal ruido; así como tantos otros que han seguido “la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”, diría Fray Luis de León. Por eso y por mucho más, agachándome profundamente ante Dios, le pido que me libre de la tentación de encaramarme y me comprometo a continuar haciendo del suelo el lugar de mi reposo.

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