PENSANDO
Piedad

La sociedad dominicana está sometida a una serie de hechos lamentables que corresponden en su aprobación o no, al estamento judicial con base en la instrumentación de expedientes de orden moral y criminal a sus infractores, evitando así arrastrar la estabilidad y paz de sus familias. Condenar desde los medios de consumo masivo estos hechos no es la tarea primordial de su función, sino la denuncia como voz en favor de los que necesitan como entes dentro de la sociedad, el respeto al derecho de recibir una efectiva y equitativa administración de justicia que los proteja. La responsabilidad social en la comunicación debe llegar hasta los linderos de la intimidad familiar. La crueldad y el odio muchas veces se esconden tras la búsqueda de un protagonismo que no nos corresponde, porque todos estamos expuestos por diferentes situaciones y deficiencias personales a cometer graves errores. Debemos meditar y responder ciertas preguntas: ¿quién es quien nos juzga demasiado alto de sí mismo o piensa demasiado bajo de los demás? El que teme todo, ataca todo. La venganza es detestable. ¿Qué es la crueldad entonces? Esta posee la maldad de la otra, pero no tiene el pretexto de sus provocaciones. La piedad la necesitamos todos los seres humanos porque todos sabemos que cometemos errores producto de nuestras carencias e imperfecciones, y para ellos solo la Justicia Divina tiene la potestad de juzgarnos en el espacio espiritual que solo Dios nos crea en nuestro paso por la vida. La piedad es el sentimiento más elevado del hombre porque se desnuda a sí mismo ante la desgracia ajena y se viste con el manto limpio de la compasión. Así como la mano de la primavera esparce flores sobre la tierra, así como la generosidad del verano produce con toda perfección la plenitud de las cosechas, así la sonrisa de la piedad derrama bendiciones sobre los hijos de la desgracia. El que tiene piedad de otro se recomienda a sí mismo, pero el que no tiene compasión no la merece. Sabemos que es difícil perdonar frente a hechos que no tienen justificación, pero ponerse en el lugar de los pecadores nos enseña a ser mejores hombres frente a la tragedia, y creemos que el mejor instrumento que Dios nos enseñó con Su misericordia, fue la piedad mostrada con Su sacrificio para el perdón de nuestros pecados.