Danilo en la ONU

Danilo Medina ofreció en Naciones Unidas un discurso sobrio, coherente y bien articulado en el que abordó temas llamados a ocupar un espacio preponderante en la agenda diplomática dominicana.
El Presidente reiteró sus observaciones sobre los problemas ocasionados por los fenómenos naturales consecuencia de los efectos del Cambio Climático, y nuevamente reclamó que las naciones que más han contribuido con la emisión de gases de efecto invernadero, aporten recursos para alimentar un fondo destinado a resarcir los daños causados por desastres naturales en países vulnerables.
La República Dominicana se encuentra dentro de esos países. Una isla tropical en el medio del Mar Caribe, expuesta a los embates de huracanes, lluvias torrenciales y prolongadas sequías… Como se trata de un fenómeno de características globales no podemos abordar sólo con políticas locales, y por tanto debe jerarquizarse en la agenda diplomática.
Igual que el narcotráfi co y el crimen organizado, que Danilo califi có como una amenaza a la seguridad y la estabilidad mundial. En su discurso el Presidente describió las políticas que implementa su gobierno tanto a nivel local como en coordinación bilateral y multilateral.
Pero también reclamó mayor compromiso de los países cuyas demandas sustentan la maquinaria de ese crimen transnacional, a quienes reclamó “desplegar más recursos, cooperación y voluntad política” para poder combatirlo con alguna posibilidad de éxito.
Se trata de otro asunto a ser jerarquizado por la diplomacia dominicana… Es otra batalla que no podemos librar solos. La posición geográfi ca y las condiciones política y económicas del país le convierten en un atractivo para el tránsito de la droga dirigida a los grandes mercados de Estados Unidos y Europa, con la consecuente estela de sangre y descomposición social que ha dejado en el camino a lo largo de las últimas décadas.
En resumidas cuentas el Presidente pronunció un buen discurso y tuvo una participación destacada en la ONU, que sólo cojeó al obviar el problema que tenemos al oeste de nuestras fronteras. Que no es un asunto menor, ya que debe ser -con diferencias- el principal tema de la agenda diplomática dominicana.
Haití es un estado fallido. Un conglomerado humano sin solución propia a sus ancestrales problemas de subdesarrollo humano, económico y político. Una bomba demográfi ca a punto de estallar abandonado por la Comunidad Internacional.
Para la República Dominicana el costo de la migración haitiana resulta altamente oneroso. Y no sólo en lo que refi ere a la pesada carga que supone en el gasto en salud y otros servicios sociales, sino también por la degradación en la calidad del trabajo y todo lo que supone para un país que lucha contra su propia pobreza “importar” intensivamente pobres desde el otro lado de la frontera.
Y la solución no vendrá de muros o “cercos fronterizos”. Es responsabilidad irrenunciable del Estado garantizar la integridad territorial, pero esa frontera es imposible de blindar. Si no lo pueden hacer potencias como Estados Unidos o la Unión Europea, qué puede esperarse de un país en vías de desarrollo con grandes desafíos pendientes en materia institucional.
Pero además, está demostrado que los grandes desplazamientos humanos son indetenibles… Sirios y afganos huyendo hacia Europa y venezolanos cruzando las fronteras hacia Colombia, Perú y Ecuador constituyen muestras palmarias y recientes de este axioma social.
Por tanto, lo único que en el mediano plazo puede evitar el estallido de esa bomba demográfi ca y su pernicioso impacto de este lado de la frontera, es una intervención sincera y efectiva de la Comunidad Internacional. Y la República Dominicana, que es la nación más expuesta y vulnerable ante este problema, está obligada a encabezar esa exigencia.
Y ese llamado a intervenir en Haití, ese reclamo a la Comunidad Internacional y la advertencia de que no podemos asumir ese problema nosotros solos, debería estar en la médula de cualquier discurso de un jefe de Estado dominicano en un escenario tan amplio y global como es el pódium del salón de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.
Sin embargo, y lamentablemente, nunca lo hacen… Parecería que tememos que reclamar se nos permita, simplemente, subsistir como nación.