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OTEANDO

Catorce personas

Catorce personas de atuendo verde, inventario de la maledicencia, divisa del dolor, expresión del resentimiento que causa en algunos el exilio económico, buscan desesperadamente y con angustia a quién culpar por su desgracia. Hace tiempo que la deuda social los hizo víctimas, los empujó poniéndolos en un avión rumbo hacia Estados Unidos. Hace tiempo que unos gobiernos irresponsables menguaron hasta su agotamiento toda posibilidad de un desempeño social, profesional y familiar digno y tranquilo en su lar nativo. Hace mucho que de tanto esperar ya no esperan, que no cuentan los días por venir ni fijan la fecha que pondrá fin a su estancia en tierra ajena. Hace tiempo que perdieron la esperanza del regreso, que se sienten condenados a sobrevivir padeciendo cada noche, al poblar sus lechos, la amarga nostalgia de sus seres queridos. Han tenido resignación, mas no aceptación. Aceptar es capitular, es admitir las circunstancias como causa justa de los padecimientos; resignarse, en cambio, no admite derrota, solo conoce la imposibilidad momentánea de cambiar lo sufrido.

Catorce personas que día a día salen a “echar días” en tierra extraña y hacen la viciosa rutina del desamparo con la sensación de que a nadie le importa su destino; que vuelven a casa a poner en algún lugar sus cuerpos cansados con la aspiración de encontrarse con ellos al despertar y de que aún esos cuerpos den para una jornada más, una jornada que no acepta negación, que no admite excusas.

Catorce personas ignoran lo que, en puridad, ocurre cada día en su tierra. Ignoran que en su país hay un presidente que, en su sexto año, mantiene la aprobación de su pueblo por encima del sesenta por ciento, y eso no es por casualidad; ignoran que hay un presidente que se entrega, hasta los domingos, al trabajo edificador en aras de propiciar a sus connacionales una vida cada vez más digna. Pero como noticias buenas no son noticias, y el desamparo favorece la vocación para el reproche, el camino de la reacción parece más atractivo que el de la comprensión, y es así como, catorce personas, atraídos por las escasas noticias malas, pierden la sensatez y se sienten convocadas a presentarse ante la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) prestando su concurso para intentar en vano ridiculizar a un presidente que ya tiene escrito su nombre con letras doradas en las páginas de nuestra historia.

Catorce personas estarán fuera y serán siempre nuestros, serán siempre queridos por su presidente, que asume alteridad respecto de ellos, que los comprende, los entiende y que, en la seguridad de que al final la verdad siempre resplandece, hará caso omiso a sus insultos porque sabe que quiere lo mejor para su pueblo y está consciente de que “la naturaleza de la lluvia es la misma dondequiera que cae, pero produce flores en el jardín y espinas en el pantano. Catorce personas.

El autor es abogado y politólogo

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