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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Federico II, Hohenstaufen (1220 –1250), asombro del mundo

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Inocencio III sirvió como tutor de Federico II Hohenstaufen. Por línea paterna, tenía derecho al trono de Alemania con posesiones en el norte de Italia; por la materna, a la corona de Sicilia y Nápoles, que le aseguraba el control del sur de Italia. Federico aspiraba a dominar Sicilia, el sur y el norte de Italia y los reinos alemanes. Los Papas rechazaban vivir rodeados por las posesiones de Federico II.

Desde el 1216, Federico había prometido partir al frente de una cruzada, pero los desórdenes en Alemania le sirvieron de excusa. El Papa esperó pacientemente. Habiendo contraído matrimonio en 1223 con la princesa heredera de Jerusalén, Federico se ufanaba llamándose, “El siempre augusto, emperador de romanos, rey de Sicilia y de Jerusalén”. En 1227 había prometido de nuevo partir en cruzada. El papa le conminó a cumplirlo bajo pena de excomunión. Unas fiebres, que diezmaron a su ejército y le mantenían en cama, le impidieron partir. Pero esta vez, el papa Gregorio IX le excomulgó. Era el 29 de septiembre de 1227. Federico partió a Tierra Santa y el 17 de marzo de 1229 se coronó a si mismo rey de Jerusalén. Obtuvo el acceso a Belén y Jerusalén, pero no se pudo celebrar ninguna misa, ¡estaba excomulgado! En junio ya había regresado a Italia, el papa se vio obligado a levantarle la excomunión. Federico II había derrotado al papa.

Imitando a su abuelo Barbarroja, Federico II se lanzó a dominar el norte de Italia. El Papa se había aliado con Venecia contra el Emperador, que derrotó a los lombardos en el 1237. Dos años más tarde, en marzo del 1239, de nuevo el papa excomulgó al Emperador, esta vez calificándolo de “bestia blasfema del Apocalipsis”. Por su parte, Federico II impidió que se reuniera un concilio en Italia, ¡secuestrando a un grupo de cardenales! Gregorio IX falleció en 1241. Su sucesor, Celestino IV falleció a los 15 días. Pasaron más de siete meses para que se pudiera elegir a un nuevo papa. Tal vez Federico II no le hubiera felicitado tanto, si hubiese conocido la firmeza del nuevo papa Inocencio IV (1243-1254).

Al principio, el emperador Federico II pareció acceder a todo lo que el papa pedía: libertad para los cardenales apresados, devolución de los territorios papales capturados y amnistía para los aliados del papa. Inocencio IV no se fiaba, y pronto supo que Federico II estaba detrás de unas revueltas en los territorios pontificios, que no liberaba a los cardenales y presionaba al papa con sus milicias en la misma Roma.

Inocencio IV preparó su “misión imposible”: apalabró a los genoveses, y estando aparentemente distraído en Sutri, se escapó disfrazado al puerto de Civitavecchia, donde le esperaba una flota genovesa. Pronto el papa, ya en suelo francés, convocó un concilio en que el Emperador, a pesar de sus nuevas promesas, fue excomulgado. El primer concilio ecuménico de Lyon de enero del 1245, al cual asistieron unos 150 obispos, acabó con los proyectos grandiosos de Federico II. Tanto el imperio como la Iglesia salieron debilitados de aquella contienda. Armas y territorios no prestigiaban la fe.

Federico II fue llamado “stupor mundi”. Se manejó en el mundo normando, musulmán y alemán. Se le atribuye hablar y escribir correctamente en varias lenguas. Llevó una vida sentimental desordenada, lo que le ganó la reputación de ateo, junto a unos dichos irrespetuosos, que se le atribuyen contra Moisés, Jesús y Mahoma. Fundó la universidad de Nápoles. Se interesó por los animales y las plantas. Los estudiosos le retratan tan ambicioso como creyente. Se preguntó: ¿le tocaba al papa ser señor del mundo? Federico murió vistiendo el hábito de cisterciense. La Iglesia y el papado se librarían de los Hohenstaufen, ¿les iría mejor con los Anjou franceses?

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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