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ORLANDO DICE

La Ley de Partidos

UNO: RAZONES TARDÍAS.- Cada vez que los partidos hablan de la Ley de Partidos, y objetan tales o cuales puntos, se entiende porqué duró tantos años dando vueltas en las cámaras. No se la quería como proyecto, pero tampoco ahora que se la aprobó. Las organizaciones que no pudieron imponer sus pareceres en los debates de comisión, ni pudieron interferir en su conocimiento y sanción, tienen el propósito de vengarse vía el Tribunal Constitucional. Y lo más interesante de todo es que tampoco en la réplica hay consenso. Unos la recurrirán por unas cosas y otros por las restantes. ¿Qué les habrá hecho la Ley de Partidos a esos grupos si todavía no se aplica? Ahora la Junta Central Electoral les hace el juego, y también acusa a la legislación de ser inconstitucional. Entonces, ¿qué sentido tiene dar plazos para decidir sobre primarias o no, o la modalidad de la consulta, si existe la posibilidad de que ese artículo sea eliminado? Resulta inexplicable la situación. Toda una conjura contra las elecciones del 2020 tomando la Ley de Partidos de mampara por aspectos constitucionales. Los senadores y los diputados no conocían la Carta Magna y consintieron una pieza que la violaba de muchísimas maneras. La Constitución de la República parece haberse sumado al movimiento Me too...

DOS: ACTITUD INDIFERENTE.- Los partidos responsables de la aprobación de la Ley de Partidos se mantienen al margen del nuevo debate o de las diligencias que se hacen para anularla vía Tribunal Constitucional, cuando debieran dar la cara y defender su obra. La excusa de que se hizo lo más que se pudo, no es suficiente, pues aunque un albur es un albur, en un albur cualquier cosa puede pasar. Elemental que no se podía conciliar en la pieza los intereses de los partidos grandes y de los partidos pequeños, pero tampoco puede permitirse el desquite por trasmano. No puede decirse qué bueno que les pasara, pues los minoritarios todavía respiran por un sentido de oportunidad y circunstancia de necesidad que los mayoritarios prevén. Suponer, por ejemplo, lo que significa atacar la Ley porque obliga a los partidos nuevos a ir solos en la primera acometida electoral. El guardia que no tenga con que casarse que simplemente no monte casa aparte y siga en la residencia de sus padres hasta que mejoren las condiciones y pueda independizarse. ¿Qué provecho tiene para el sistema oficializar un núcleo político que será un nuevo zángano y que lo único que hará será cobrar del por ciento del Presupuesto? Entre lo extraordinario de la corrupción está lo de manifestarse de mucha manera. Como recibir fondos sin justificación...

TRES: ALEGATO CONTRADICTORIO.- Cuando se discutía si primarias abiertas o cerradas, uno de los alegatos contra las abiertas era que desde fuera podían imponer el candidato, mediante una manipulación aviesa y perversa. Que ese procedimiento afectaba la militancia y que no tendría sentido pertenecer a un partido si -como dice el refrán- de fuera vendrán que de casa echarán. Lo avieso y lo perverso se mantiene cuando se cuestiona que la Ley prohíba asumir candidaturas sin pertenecer al partido en cuya boleta se consigne la postulación. Es decir, que no se podía abrir abajo, pero sí arriba. No se podía compartir el fervor de las bases, pero sí el reparto de la cúpula. Pues ¿cómo puede una persona ajena a un partido figurar en su propuesta electoral si no por concesión de sus máximos directivos? Habría que entrar en las razones que llevarían a dar a un extraño lo que por derecho corresponde a un propio. Una vía inédita de corrupción, pues solo el dinero puede explicar esa situación. Además de lo ocasional, esa forma artera de considerar las candidaturas debilitaría al partido o le impediría crecer. ¿Para qué inscribirse y ser militante y someterse a rigores si existen alternativas más cómodas como aspirar y lograr el cometido desde fuera? Una verdadera contradicción, un afán necio de afectar una legislación que si bien no es perfecta, crea un orden mejor que el actual...

CUATRO: GUERRILLAS EN LAS REDES.- Los seguidores de Leonel Fernández van a atacar la Ley en el Tribunal Constitucional para que se elimine el artículo que se refiere a campañas posibles en las redes para descalificar candidatos. Ese apartado, creo que dicen, afecta el principio de la libertad de expresión. Aunque las razones podrían ser otras. Por ejemplo. No poder usar lo que ellos consideran por ahora un arma de destrucción masiva y creen muy efectiva en los meses que llevan usándola: La de incordiar oponentes vía Internet. No se entiende cómo Leonel Fernández puede apreciarse como candidato decente y respetuoso si permite que desde la manigua de las redes se dispare a mansalva contra quienes discrepan de sus pronunciamientos o -simplemente-- conceptualizan de una manera diferente a la suya. Llevan meses preparando esos comandos, y serían las firmas que no se ven. Los leonelistas, sin embargo, debieran ver esa situación desde una óptica menos circunstancial. Ahora se despachan con la cuchara grande, pero es porque solo ellos se han servido. Cuando llegue el momento de la confrontación verdadera, de la guerra abierta, ellos recibirán dosis iguales, y cuidado si más. Los demás no son ñocos o no se quedarán de brazos caídos, sino que replicarán, y entre misiles y misiles no puede adelantarse de qué lado habrá más muertos y heridos...

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