La fragilidad humana

La vida está llena de incógnitas, y el ser humano la mayor de las veces, no sabe descifrarlas. Como la de la fragilidad humana, que pende de un hilo en cada segundo que pasa en la existencia. En cualquier momento puede llegar la hora en que tengamos que marchar hacia otro destino.

Un destino, que no es precisamente un lugar dentro del mundo que conocemos. Es otro lugar donde no existe el tiempo y no hay espacio para la dispersión. En ese dilema transcurren segundos, horas, días, semanas y meses, pero no hay respuestas validas que comprometan seriamente al sujeto que impávido pervierte su tiempo. Una amplia gama de oportunidades se le presentan a la criatura para que reconozca su proceder, sin embargo, hace caso omiso a la llamada oportuna que viene de lo alto.

No hay mayor ciego que el que no quiere ver y no hay mayor sordo que el que no quiere escuchar. Para muchos se abren espacios libres en los que tienen la dicha de aprovechar una gracia especial, pero dejan pasar este momento, sin pensar que éste es el pasaporte para una felicidad plena. La fragilidad humana no es valorada en su expresión más trascendente. Si fuera lo contario, se apreciaría con mayor fervor todo aquello que consideramos sin valor, pero que en realidad es importante para nuestro crecimiento como personas.

Las consecuencias de ignorar la fragilidad humana son muchas, pero una en particular las resume: la autosuficiencia. Esta invade todo el ser y se propaga como un cáncer, cuando se percibe que ya no hay nada que se pueda hacer. Si comprendiéramos, que en nuestras debilidades se encuentra nuestra fuerza, todo sería distinto. Por esta razón, es importante darnos cuenta de esa fragilidad porque tiene la virtud de ponernos en contacto con un Dios que es todo amor y misericordia infinita. Publica todos los viernes