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China y el nacionalismo chatarra

La Organización de Naciones Unidas expulsó a Taiwán y reconoció a la República Popular China como representan ante ese organismo a inicios de los años setenta del siglo pasado. Meses más tarde el presidente Richard Nixon se paseó durante una semana por Pekín y Shanghái, y al poco tiempo los Estados Unidos reconocieron la existencia de una sola China, abandonaron las relaciones con Taiwán e iniciaron un proceso de formalización de las relaciones diplomáticas y comerciales con China que culminaría pocos años después.

La República Popular China es la segunda economía del mundo, ocupa un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y constituye un mercado de mil quinientos millones de habitantes con poder adquisitivo creciente que es apetecido por todos los países del mundo. Incluyendo a los Estados Unidos, con quienes mantiene relaciones fluidas, con sus altas y bajas, pero basadas en un comercio que crece de manera trepidante. Actualmente cada uno es el principal socio comercial del otro, y entre los dos acaparan una cuarta parte de todo el comercio global.

A la República Dominicana le tomó casi cincuenta años “colocarse del lado correcto de la historia” y hacer lo que Estados Unidos hizo hace décadas.

Pero como a nadie sorprende ya la doble mora estadounidense, era de esperar que el paso de establecer relaciones formales con Pekín molestaría en Washington. Ellos necesitan mantener ese clavo en el zapato chino que se llama Taiwán, y para ello cuentan con países pequeños y dependientes que narigonean a su antojo para otorgarle alguna vigencia diplomática.

A las potencias les disgusta que los “súbditos” se tomen libertades inconsultas, y para advertir a los pocos que en la región mantienen relaciones diplomáticas con la isla rebelde, el Departamento de Estado “llamó a consultas” a la embajadora en República Dominicana y a los representantes estadounidenses en Panamá y El Salvador, los otros dos países que en el último año han abandonado Taiwán y formalizado relaciones con China Popular.

Se trató de una agresión innecesaria y de una falta de respeto hacia una nación soberana, que de forma vergonzosamente inaudita justifican ciertos “nacionalistas” bajo la premisa de que la decisión de establecer relaciones con China se tomó en un “mal momento”. Un argumento retorcido. Ya que si estos “nacionalistas” cuestionan la soberana decisión de establecer relaciones con China alegando se tomó en mal momento porque la actual administración estadounidense se encuentra en guerra comercial con el gigante asiático. No debieron apoyar la sentencia TC168-13 por el momento en que se dictó, en medio de la Administración Obama, muy sensible con el tema de los derechos humanos.

Pero es que se trata de un nacionalismo chatarra, que sólo hace galas de patriotismo ante el tema haitiano y cuya animadversión personal a Danilo Medina le conduce a fabular y hasta regodearse con la posibilidad de “reprimendas” y “sanciones” desde Washington en contra de la República Dominicana..

Son unos “nacionalistas” chismosos y fabuladores, que mienten, inventan, tergiversan y se desdoblan al punto de afirmar, sin ruborizarse, que este país tenia “el encargo” de los Estados Unidos de no abandonar a Taiwán, mientras ellos ---los americanos--- cosechaban los beneficios de las relaciones económicas y políticas con la segunda potencia económica mundial.

El Presidente hizo lo que convenía al paísÖ Y nunca puede ser “mal momento” para que su gobernante haga lo que conviene a los dominicanos.

Es mentira que su decisión de establecer relaciones con China tenga objetivos reeleccionistas. Eso es un disparate que sólo cabe en mentes retorcidas que de tanto fabular pierden toda perspectiva de la realidadÖ Y mucho menos puede deberse a aprietos económicos. A diferencia de otros, este país no negoció ninguna inversión y mucho menos apoyo presupuestario como condición para establecer relaciones con China.

República Dominicana es un destino atractivo para la inversión, está integrado en los mercados financieros globales y el crecimiento económico y la estabilidad política y social que exhibe atrae a los inversionistas que buscan rendimientos en los mercados emergentes. No necesita mendigar apoyos.

¿Y al final qué importa que se hiciera en medio de una “guerra comercial”Ö? ¿Con quién no está guerreando TrumpÖ? Según este criterio tan enano, lo menos que deberíamos hacer es poner bajo observación nuestras relaciones con México, Canadá y la Unión Europea, víctimas también de la imposición de tarifas por parte de la actual administración estadounidense y su política comercial proteccionista.

Pero es que el problema es otroÖ Es que la historia siempre reconocerá al presidente Danilo Medina haber dado este paso valiente de establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China.

Y eso, a ellos, les sabe a aquello.

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