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Tiempo para el alma

Nos contentamos con ir a misa o al culto y salimos rebosantes de luz, tan espirituales que sentimos que tocamos las puertas del cielo y que nuestros pies caminan en las nubes.

Nos despertamos en las mañanas, tomamos el celular, vamos directo al grupo de chat en el que una buena amiga o un buen amigo nos comparte cada día una lectura bíblica con su correspondiente reflexión, y glorificamos al Señor; iniciamos el día con buen pie, escuchando la Palabra de Dios. Nuevamente nos sentimos que tocamos las puertas del cielo y que nuestros pies caminan sobre las nubes.

Salimos a la calle y el calor nos incomoda, el tránsito empieza a empañar nuestra “paz interior”, los comentarios en el programa radial nos contagian y empezamos a maldecir al gobierno, a los políticos, a los empresarios, a los policías de tránsito, a los periodistas, a las demás personas...

Llegamos al trabajo, el vigilante nos abre la puerta y pensamos que no era una persona sino una máquina, así que no saludamos; entramos a nuestro espacio de labores y a penas damos los buenos días... Así toda esa “unción” se va a la porra a medida que van pasando las horas.

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