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PENSANDO

La diáspora dominicana

Un día como hoy, cuando celebramos un año más de la Restauración de la Independencia, es justo reconocer el patriotismo que lleva en sus hombros la diáspora dominicana radicada en diferentes puntos geográficos del planeta. Hoy reconocemos el gran aporte brindado a nuestra estabilidad económica, política y social, sobre todo cuando han levantado su voz enérgica en pro de nuestra soberanía. A pesar del éxodo que han tenido que enfrentar al no encontrar mejores oportunidades para arraigarse en el suelo patrio, han sabido dar respuesta a su compromiso enaltecedor de sus valores cívicos.

La sociedad dominicana producto de un crisol de etnias y ascendencias como la francesa, española, cefaldita (judío-española), haitiana, alemana, inglesa (cocolos), africana; con 43 levantamientos revolucionarios e intervenida por el imperio en tres ocasiones: 1908, 1916 y 1965; y el sincretismo religioso que abarca el vudú, la santería, el cristianismo, protestantismo, islamismo y catolicismo; ha sabido luchar por su identidad nacional en todas sus batallas e influencias foráneas, y muestra de ello es la diáspora dominicana que digna y orgullosamente nos representa allende los mares.

Hace días libró una batalla en territorio norteamericano donde en el tradicional desfile dominicano en la ciudad de New York, se trató de introducir manifestaciones de la cultura haitiana que no representa lo que nos consagra como nación soberana en sus costumbres, símbolos patrios, lenguaje y credo religioso.

Cabe señalar que nuestra historia republicana recoge los acontecimientos heroicos más trascendentes en la lucha de emancipación frente a tantos imperios que trataron de subyugar nuestra nacionalidad, lo que deja muy claro que nuestra mestiza sociedad reúne condiciones excepcionales de valor y autodeterminación para mantenernos por siempre libres de cualquier intento de arrebatarnos nuestra identidad.

Con sobrado motivo, la reacción de la diáspora dominicana en la ciudad de NY envió un mensaje claro, de que representan un bastión moral y patriótico que garantizará por siempre el izamiento de nuestra bandera nacional en el firmamento universal, como legado del sacrificio que nuestro fundador Juan Pablo Duarte nos dejara cuando exclamó: “Vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor”.

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