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ORLANDO DICE

Ley sin consenso

UNO- PROBLEMA DE LECTURA.- La lectura comprensiva es una materia pendiente en la escuela dominicana, y no se conoce de iniciativa para corregir ese déficit. Aunque la situación es peor en el campo de la política, entre políticos. El país necesitaba de una ley de partidos, andaban de gaveta en gaveta diferentes proyectos, hasta que de manera prodigiosa se aprobó uno que en su momento debió considerarse de la secreta. El hecho en sí debiera ser plausible y considerarse un triunfo de la racionalidad sobre la voluntad. Hubo que ceder, y se cedió. El fenómeno, sin embargo, resbala y se cae. La mayoría que impuso un orden impensable tiene ahora que explicar a la minoría su cometido. Y todo porque entre los oficiantes se cuenta el gobierno, y desde que hicieron el mundo, los gobiernos no se meten en nada que no sea para ganar. Mala lectura, y peor comprensión. No era posible un consenso contra el gobierno, del mismo modo que el gobierno no pudo un consenso a su favor. Si una vez se contaban los Austin como evidencia, ahora hubo de contarse votos. Y para hacerlo cada sector tuvo que recogerse, pues no cabían pasajeros y maletas en una sola guagua...

DOS- MUDAR DE PIEL.- La historia cuenta que ante la imposibilidad del gobierno de imponer su legislación, el presidente Danilo Medina envió una carta en que sugería la búsqueda de alternativas. Esto es, se abría a la posibilidad de una solución distinta a la suya. Ese planteamiento en su momento fue bien acogido, incluso por Leonel Fernández. Aunque no ocurrió ningún milagro, fue en ese ánimo que el PRM flexibilizó su posición y los comisionados se fueron acercando a lo que sería un punto medio. Entonces, y en esas condiciones, no dar el paso final hubiera sido la peor insensatez. Como bien se consideró, era mejor que hubiera ley a que se continuara por los caminos como cabra sin dueño. ¿Qué tiene deficiencias? Claro. ¿Y desde cuándo una legislación es perfecta? Y menos aquí en que importa más el capricho que lo razonable. Solo hay que ver las idas y vueltas en los últimos años, con crisis y sin crisis, para conocer el verdadero temperamento político del dominicano: más voluble que el viento. Si los propios actores cambiaron de parecer tantas veces ¿qué impide que sobre la marcha se hagan correcciones de ocasión? Tal vez incluso sea una virtud mudar de piel...

TRES- AHORA CON EL AGUACERO.- La Junta Central Electoral, que advirtió de manera dramática cuando vio el nublado, ahora no le queda de otra que abrir paraguas ante la inminencia de los aguaceros. Anunció una pronta convocatoria de los partidos, y de seguro que no será para reiterar su anterior posición, sino para presentar el nuevo panorama, y no hacerlo de manera unilateral, pues la legislación ya no es asunto de los partidos, sino del órgano que deberá aplicarla. Nada que se suponga ideal se resiste en la práctica a cambios o transformaciones. O reglamento o acuerdo entre las partes. Incluso el organismo no debió reaccionar tan rápido, sino esperar que el Senado acogiera las modificaciones de la Cámara de Diputados. Del mismo modo que no deberá llamar a los partidos hasta que no tenga el muñeco hecho. ¿De qué deberá cuidarse - ahora -- la JCE? Que el instrumento no se revierta, que la ley en vez de aumentar su autoridad, se constituya en un arma para ponerla en apuros, y en un hipotético extremo, descalificarla. Hubo diputados que se durmieron en la sesión en que fue aprobada, y el presidente de la Cámara se bebió un trago. La Junta Central Electoral no puede dormirse, debe mantenerse despierta, y si va a beber, que sea café. Conocerse por adelantado el ánimo de los partidos, que aprobaron por consenso, pero ahora querrán que sea un medio a su favor...

CUATRO- NO FUE EL ESTADO.- Los sectores de la sociedad civil se irán haciendo a la idea de que existe Ley de Partidos, que fue un parto con fórceps, el fruto de un consenso amanerado, pero que no puede alegarse imposición, pues coincidieron o confluyeron las fuerzas políticas más importantes: PRM, PRD, PRSC y la parte de poder del PLD. La Iglesia como grupo todavía no opina, ni da su bendición al cometido, pero obispos de manera individual empiezan a saludar la legislación. Al único que no le tocó biberón fue a Leonel Fernández, cuyos seguidores asumieron la situación como si fuera de vida o muerte, y hoy cosechan lo que sembraron. Una derrota innecesaria. La divisa de Los Mosqueteros de “Uno contra todos” no tenía sentido ni provecho en la ocasión. En la vida como en la política los pasos se miden, y no siempre alcanzan. Entre sus cercanos prevalece un concepto de guerra, solo que confunden los términos y se dejan engañar por los factores. Errores mentales los comete cualquiera, y solo son graves si se replican en la práctica. Desde el momento que fue evidente el frente común, debió disponer un repliegue de tropas, ya que nadie está obligado a lo imposible. Si le cuentan la película o la ve con cine fórum que sepa esta vez no lo venció el Estado...

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