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El orden mundial de Trump

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FELIPE VALLEJOS M.Santo Domingo

El encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, en Helsinki, Finlandia, corroboró la nueva línea de política exterior del país norteamericano, o al menos el orden mundial que existe en la cabeza de Trump, para quien los aliados son enemigos, los vecinos una amenaza, y el histórico adversario del siglo XX, su nuevo mejor amigo.

En la nueva visita a Europa por parte del republicano y su esposa, Melania Trump, el titular que colmó los periódicos de todo el mundo fueron las declaraciones de Trump sobre Putin, revelando que a su juicio, la reunión con el Presidente ruso fue “aún mejor” que la cumbre de la OTAN, donde sí repartió reprimendas por el gasto de defensa de los países miembros de esa organización. Siempre según su apreciación, ambas reuniones no tuvieron la cobertura apropiada porque las “fake news se están volviendo locas”, en clara alusión a cadenas como CNN.

Para el Presidente norteamericano, todo lo que no le favorece se trata de noticias falsas que han difundido, entre otras historias, una cacería sobre Trump por sus difusas conexiones con Rusia cuando era empresario, y en la campaña presidencial que lo llevó a la Casa Blanca, hecho que está siendo investigado por el fiscal especial Robert Mueller.

Pero Trump lo ha negado todo, incluyendo una posible obstrucción a la justicia. Lamentablemente para él, su actitud benevolente ante Putin no despeja dudas sino que las acrecienta, especialmente cuando sus propias agencias de inteligencia y el Senado han confirmado la injerencia rusa, hecho que ha reconocido a regañadientes, pero jamás frente al famoso exagente de la KGB.

Muy diferente fue su despliegue ante sus otrora aliados europeos, a quienes ha calificado de enemigos. Lo propio hizo con China desde que pisó el salón Oval, con una guerra de aranceles con consecuencias insospechadas. Para rematar, su relación con sus vecinos empeora. Con Canadá hay poca química, e incluso ha llamado “blando” a su primer ministro Justin Trudeau.

Por supuesto México es su blanco favorito. En campaña hizo del muro fronterizo su emblema, hecho que ha intentado replicar como Presidente, enfrentándose a Peña Nieto y filtrando que han aceptado pagar el costo del muro, lo cual México, aunque con tibieza, ha rechazado, haciendo pública su incomodidad e incluso cancelando visitas oficiales a Washington por el clima de hostilidad que ha impreso Trump.

Mientras tanto, con Rusia, todo parece transformarse. Es un Trump afable, cortante en sus respuestas a los medios, y proclive al elogio. “Fue un Mundial extraordinario, uno de los mejores”, le dijo a Putin. Agregó que las relaciones no han sido positivas, pero en ningún momento pareció hacerle ver su incumbencia. Ni hablar de la probada intromisión rusa en las elecciones donde se vio triunfador. “Todos somos responsables”, argumentó.

Del otro lado del Atlántico la actitud del republicano cayó como agua fría. Llovieron críticas de los medios de comunicación norteamericanos -salvo Fox News- , de los representantes demócratas y de republicanos históricos como John McCain. En respuesta, una vez de regreso en Washington, Trump dijo que realmente no quiso decir lo que dijo, y que fue debido a un lapsus. Además, confirmó que sí cree hubo injerencia de rusia. No obstante, y por si fuera poco, él mismo ha confirmado que ha invitado a Putin a Washington antes de que acabe el año, lo que de seguro no le será indiferente a nadie.

Es probable, y así lo entienden diversos analistas, que reconocer de manera abierta la trascendencia del ataque ruso en las elecciones norteamericanas, es darle espacio a los que hablan de colusión, así como otorgar nuevos indicios a los que investigan su posible obstrucción a la justicia y/o participación directa en el papel del país euro-asiático en las elecciones del 2016 en las cuales derrotó a Hillary Clinton. Permitir todo lo anterior sería entrar sin resistencia a una espiral que lo podría conducir al fin de su presidencia.

Lo que ocurra de aquí en adelante está por verse. Sí es seguro que Europa ya no está en la lista de tarjetas navideñas del presidente de Estados Unidos, mucho menos China, a quien el republicano culpa de casi todo, incluido el cambio climático. Por otro lado, Putin se eleva como el gran ganador de este nuevo orden global, versión “The Donald”, tras un Mundial de Fútbol exitoso, el guiño del gobierno federal norteamericano, las casi nulas consecuencias políticas y diplomáticas de la intromisión rusa y, encima, la invitación a visitar el país como un aliado más. Es el nuevo orden mundial de Donald Trump.

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