Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

PASADO Y PRESENTE

Los retratos básicos de Duarte

Avatar del Listín Diario
Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

La Ley 127-01, que declara al Instituto Duartiano “organismo de carácter oficial y autónomo”, faculta a esa entidad para aprobar previamente “los retratos, estatuas, bustos y otras imágenes de Juan Pablo Duarte, para uso en monumentos públicos, oficinas nacionales y municipales, escuelas, billetes de banco, sellos de correo, cuadernos y publicaciones oficiales o privadas”. En un párrafo único, del artículo dos, se consigna que con el fin de aprobar o rechazar cualquier solicitud en tal sentido, el Instituto Duartiano “hará las necesarias comparaciones con los retratos básicos de Duarte”; asimismo, apreciará la fidelidad fisonómica y la calidad estética de la obra”; y, también, tomará “en consideración la libertad creadora del artista”, etc. Este dispositivo de la Ley luce un tanto impreciso, pues dificulta la labor que en ese sentido pudiera desempeñar el ID, toda vez que el legislador, con el fin de orientar a la ciudadanía, omitió señalar cuáles son los retratos básicos de Duarte que se deben tomar como base para cualquier representación artística de la efigie del patricio.

Los retratos. Tres son los retratos de Juan Pablo Duarte considerados básicos: el daguerrotipo de Próspero Rey, de 1873; el óleo pintado por Alejandro Bonilla en 1887; y el de Abelardo Rodríguez Urdaneta, de 1890, que hizo por encargo del Ayuntamiento de Santiago. El lector debe tener presente que, de estos tres retratos de Duarte, solo uno, el de 1873, es el que refleja su auténtico rostro, mientras que los dos restantes apenas son representaciones artísticas del mismo. Andando el tiempo, la imagen del óleo de Abelardo Rodríguez Urdaneta es la que mayor proyección ha tenido entre los dominicanos. Sin embargo, ha sido a partir de estos tres referentes que en la plástica dominicana, a lo largo del siglo XX, se comenzó a enriquecer la reproducción de la imagen del patricio por medio de fotos, cuadros, estatuas, esculturas, etc., dando como resultado una extensa iconografía que se encontraba dispersa hasta la aparición, en el 2002, de una novedosa y pionera obra que, bajo el título de “La faz de Duarte”, publicó el distinguido investigador e historiador del arte venezolano, doctor Julio Portillo, quien fuera Embajador de Venezuela en nuestro país.

El maleficio Bobadilla-Santana. En 1844, tras proclamar la soberanía nacional y fundar un Estado-nación libre e independiente de toda dominación extranjera, y sobre todo por no claudicar frente a los planes proditorios del sector conservador, Duarte fue perseguido, encarcelado, declarado traidor a la Patria y deportado del país a perpetuidad. Postreramente, en 1864, regresó a Santo Domingo para ofrecer sus servicios al gobierno restaurador; pero parte del liderazgo emergente del momento juzgó conveniente encomendarle una misión diplomática en Venezuela, por lo que nueva vez volvió al extranjero, en donde falleció en 1876. Años después, a raíz del óleo de Duarte que pintó Rodríguez Urdaneta -inspirado en el cuadro de Alejandro Bonilla-, se originó una polémica pública y hasta hubo amenazas de demandas judiciales. En respuesta a tales “protestas”, Rodríguez Urdaneta manifestó que si los $600 pesos recibidos como compensación por su obra habían causado tanto escozor, estaba dispuesto a dividirlos entre sus críticos, siempre y que ellos se identificaran debidamente. Al cabo, tampoco prosperó un proyecto de erección de una estatua a Duarte, el cual tardó casi 40 años en cristalizarse. En la actualidad hay quienes, insatisfechos con la triada Duarte-Sánchez-Mella proponen un cuarto Padre de la Patria, ¡como si tres ya no fueran suficientes! Y, más recientemente, han armado un “imbroglio” en torno a un busto del patricio colocado en el entorno de la Plaza de la Bandera en señal de tributo al más sublime de los símbolos patrios de la República: la bandera tricolor de los trinitarios. A casi siglo y medio de su fallecimiento, se diría que sobre la memoria de Juan Pablo Duarte aún se cierne, cual negro nubarrón, el maleficio del binomio Bobadilla-Santana.

Tags relacionados