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EL CORRER DE LOS DÍAS

In illo tempore

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

I

Ahora al borde de cumplir mis ochenta y dos años, he pensado que la vida retorna, ella misma, graficando en la mente sus recuerdos, y que organizarlos llega a ser difícil, por lo que es preferible dejarlos que fluyan cuando insisten en que están listos para salir a una luz nueva que tal vez ayudarán las razones de una vida nueva. También los recuerdos parecen tener vida propia, vivir de acuerdo con ellos mismos; al aparecer, de improviso, sin haber sido llamados, provienen de algún punto donde han esperado el contacto que los atrae y coloca de nuevo en el centro de nuestros pensamientos.

Vienen en busca de la “luz del entendimiento” de la que nos habla Antonio Machado; llegan en pedazos, troceados y si deseas que resulten tan frescos como la lechuga de la que canta Lorca su frescura, me parece que en ese tiempo dedicado al ordenamiento que desees poner en lo pensado, se pierden otras memorias, las que se funden esperando su utilización. Tan resbalosas como esos peces de fondo que viven en el fango de las orillas

Pienso que toda memoria es una especie de búsqueda o de intento de viaje al lugar de origen.

Si atendemos a las creencias de que existe un illo tempore que además es un más allá ausente de toda lógica y que el mismo guarda aquellas cosas que son y no sabemos qué son ni cuál es su porqué, comprenderemos que la memoria es pírrica, siempre perdidosa, y por eso echamos manos del ya analizado illo tempore en la obra de Mircea Eliade, momento sin presente, sin futuro y sin pasado, en donde vive lo inexplicable, aquello que sin haber nacido, existe; un ser de las cosas sin nombre, ajeno a todo momento, pero presente en cada instante, y por tanto sugeridor de un posible tiempo anterior, vivo en lo más profundo del pasado, y modelo para la justificación de una temporalidad filosófica. Pocos se han dado cuenta de que todo lo que aspira a convertirse en mito aposenta su deseo en que del “mitismo” que construye, nace desde una bola de imaginación hecha con materiales de los que estaría compuesto el illo tempore, compuesto imaginariamente de una materialidad espiritual o espirituada. Pregunta al hombre simple si lo que narra o cuenta, que según se dice, puede ser cierto y sucedió alguna vez, la duda lo sacudirá un poco por el fermento mítico, por la creencia que podría convocarlo a pensar en un tiempo mítico, en una zona sin historia donde existen hechos sin causa conocida, cuyos reflejos parecen llegar a nosotros como “efectos” misteriosos de causas sin presencia. Las verdades de una memoria mítica vista al revés, de efecto a causa, no de causa-efecto, debería ser también cierta como las sombras de Platón, porque se produce míticamente, y lo es en el efecto de causa desconocida, concebida en el mismo tiempo en el que se produce un modo de simultaneidad, por ejemplo, el de la luz que es simultánea cuando explota una estrella y su brillo viaja aun como estrella viva que, debido a las fallas de nuestros sentidos, tardamos millones de años para establecer que es la luz viva de una estrella muerta. Muchas de las luces vivas, como las del corazón mismo y las del alma, están llegando y se perciben en tiempo ya muerto que confundimos con el tiempo vivo. Nuestros instrumentos tecnológicos, y nuestros razonamientos anímicos nunca estarán de acuerdo, nunca llegarán al tiempo integral, que no es otro que la representación del illo tempore que retorna al ser humano como un trozo inexplicable del origen de aquello que en sí no tiene origen sino en la mente de los humanos.

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