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Manzanas podridas en la PN

La Policía anda en mala racha. En medio de nuevos brotes de violencia se hacen virales los actos indecoros contra ciudadanos y saltan a la prensa casos de negligencia y fallas protocolares que provocan hechos de sangre y perjudican cada vez más la imagen de una institución que de por sí ya está pobremente valorada por la población.

Constituye una repetición necia seguir diciendo que la Policía debe someterse a una transformación profunda e integral. Porque para cambiar primero hay que asumir las falencias y aceptar los errores, y el relato policial sobre dos sucesos recientes inclinan a pensar que esa institución todavía se resiste a afrontar sus fallas.

Uno es el caso del vigilante privado vinculado al asalto de la sucursal de Santiago del Banco Vimenca, donde individuos fuertemente armados sustrajeron dos valijas cargando con casi un millón y medio de pesos y unos doscientos mil dólares.

Ese hombre fue arrestado sin oponer la menor resistencia ---ofreció incluso declaraciones a la prensa antes de ser conducido por agentes policiales---, pero un par de horas después “se suicidó” de un disparo en la cabeza mientras se encontraba esposado y era custodiado por dos uniformados en el interior de una camioneta de la Policía estacionada frente a la sede de esa institución en Santiago.

Se supo luego que el vigilante era “el líder de la banda” y el autor intelectual de un asalto anterior en el que se robaron más de 11 millones de pesos, y que a pesar de que toda la banda está bajo arresto, sólo se han recuperado dos millones.

El otro caso se produjo en el barrio Los Minas, donde una banda que había atracado la sucursal del Banco Popular en el Ensanche Isabelita la emprendió a tiros contra una unidad de la Policía que se presentó a la vivienda donde se escondía media docena de individuos fuertemente armados y altamente peligrosos, desatando una balacera en la que perdieron la vida uno de los atracadores y un ofi cial policial.

Esta unidad, que actuaba sin la asistencia del Ministerio Público, estaba compuesta por cuatro ofi ciales superiores y un alistado, tres de ellos adscritos a la división de Recuperación de Vehículos Robados del destacamento del Ensanche Ozama y otros dos a Investigaciones de Homicidios.

Es decir, policías adscritos a jurisdicciones y departamentos ajenos a lo ocurrido en el banco ---un asalto a mano armada en el que no hubo ningún homicidio ni se robó ningún vehículo---, sin entrenamiento táctico ni armamento especializado, a pesar de que la Policía cuenta con unidades especiales y equipos SWAT que están supuestos a realizar este tipo de operativos.

En la casa allanada se recuperó parte del dinero robado. Pero los representantes del Ministerio Público se niegan a recibirlo, molestos porque no fueron informados de este operativo del que, dicen, se enteraron por los medios de comunicación.

Sin embargo ---y a pesar del abrumador conjunto de irregularidades y elementos suspicaces que emanan de este episodio---, la Policía se aferra a la versión de que esa unidad actuaba dentro del operativo de búsqueda y captura de esa banda, y que esos hombres estaban allí cumpliendo con su deber… No importa que la mayoría de la población comparta lo que dijo el senador por Peravia Wilton Guerrero, que esos policías “fueron a apoderarse del botín del robo”.

La Policía es la única herramienta con que cuenta la sociedad para enfrentar en las calles a la delincuencia y al crimen organizado, y por tanto hay que apoyarla y defenderla, se argumenta con inusitada frecuencia.

Y también es cierto que la mayoría de los policías son buenos y sacrifi cados que por un escaso salario se pasan largas jornadas alejados de sus familias y exponen a diario sus vidas intentando proteger a la ciudadanía… Y en nombre de esa mayoría de hombres y mujeres, los altos mandos no deben intentar justifi car los actos indecoros de malos policías y encubrirlos pretendiendo construir relatos absurdos que nadie se va a creer.

Nada daña más a la Policía Nacional que las actuaciones de sus manzanas podridas… Si acaso que desde los altos mandos, en lugar de separar del saco esas frutas dañadas, intenten esconderlas, hacerlas pasar por manzanas buenas y hasta presentarlas como si fueran peras.

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