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Rusia mundialista

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Felipe Vallejos M.Santo Domingo

Luego de cuatro años de espera, los fanáticos del fútbol vuelven a disfrutar de la Copa del Mundo, esta vez, en Rusia, una elección que no estuvo exenta de opositores y llamados de boicot, debido a las fuertes tensiones políticas y diplomáticas que ha vivido el Kremlin con potencias de Occidente –muchas de ellas participantes del Mundial- en los últimos años.

Por igual, el país asiático es tema recurrente, no de las páginas deportivas, sino de las políticas. El enigmático presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, ha sido protagonista de los últimos años de la opinión pública. El famoso exagente de la KGB enfrentó políticamente a Estados Unidos en diversos escenarios bélicos como la anexión a Crimea, el avance “rebelde” en Ucrania, y ahora último, con la supervivencia del régimen de Bashar Al Assad en Siria.

También, porque en la campaña donde salió victorioso Donald Trump, aún son cuestionados los alcances del gobierno ruso por supuestamente haber perjudicado a Hillary Clinton y haber permitido la victoria de Trump, ferviente seguidor del liderazgo de Putin, en noviembre de 2016.

Volviendo al fútbol, Rusia es el epicentro en un mundo donde muchos hablan de una nueva Guerra Fría entre ese país y Estados Unidos. Así lo advirtió en marzo de este año el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, debido al deterioro progresivo de las relaciones entre ambas potencias.

Aunque parece poco probable que se repita la “paz armada”, la tensión es una realidad y el Mundial, la oportunidad del Kremlin de “lavar” heridas aún muy frescas con la colectividad internacional.

Rusia viene planeando esta suerte de relanzamiento de su imagen con sumo cuidado. Según cifras reveladas por el diario español El País, la nación del este europeo ha invertido 12.000 millones de euros en cinco años. “De esta cifra, que supera en más de 2.500 millones al último presupuesto oficial y que supone cerca del 1% del PIB, más de cinco mil millones fueron destinados a infraestructuras de transporte y unos 2.900 millones a la construcción de estadios”, indica el periódico. Una brutalidad.

El presidente Putin, que en mayo pasado asumió un cuarto período como mandatario, luego de obtener el 70% del respaldo popular según datos oficiales, enfrenta una serie de crisis diplomáticas y bélicas contra Occidente, como el ya citado caso con Estados Unidos, y ahora con Inglaterra, por el caso del espía ruso Serguéi Skripal. El Reino Unido incluso lideró las intenciones de boicotear el Mundial en Rusia.

Por ahora, Putin ha conseguido que la Copa del Mundo se instale a plenitud en su país. El siguiente desafío -vaya que los tiene- estará determinado porque sea un evento deportivo sin contratiempos, especialmente en cuanto a la seguridad de las selecciones y los aficionados.

“Hemos hecho todo para que nuestros invitados -deportistas, especialistas, y aficionados- se sientan en Rusia como en casa.

Hemos abierto al mundo nuestro país y nuestros corazones”, sostuvo recientemente Putin en un vídeo de promoción.

En 30 días, cuando la final del Mundial de Fútbol tenga a mil millones de televidentes como audiencia potencial, sabremos el verdadero alcance e impacto político, para bien o para mal, que tuvo para el Kremlin la organización de un evento deportivo de magnitudes históricas.

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