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El dedo en el gatillo

Joseíto Mateo

No murieron un hombre y un ritmo. Se perdió una época, una manera de decir el canto con estilo propio y sobriedad natural.

El hombre quedará siempre en los anales de la cultura popular como símbolo pretérito.

El ritmo deberá reactualizarse y adecuarse a los nuevos tiempos. Para ello, necesita la inevitable inyección de modernidad. Sin eso continuará oculto en la memoria de los viejos y solo será referencia para estudios comparados.

Todo evoluciona para bien o para mal. Y somos nosotros quienes tenemos la decisión de preservarlo. Pero no como objeto museable, sino como amuleto de la buena fortuna.

La voz inmortal deberá colorearse, tal vez como los astros.

No volverá a surgir otro Joseíto Mateo porque el tiempo avanza a favor de las manecillas del reloj y nada le hará dar marcha atrás. Pero qué bien nos sentimos con su voz. Con su figura pequeña y refinada, con ese acento inolvidable que pocos han podido igualar. Con qué gracias se movían nuestros pies en la pista de baile al conjuro de sus temas inmortales.

No sé cuánto tiempo habrá que esperar. Sé que nunca surgirá otro Joseíto Mateo porque suyo es el trono de cristal. Pero sí tendrán que renacer los signos renovadores del fondo de la tierra. Tal vez dentro de un siglo. Pero estoy seguro de que resurgirán.

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