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PUNTO DE MIRA

Siempre lucharemos por libertad

El 16 de agosto de 1965 los combatientes que recibían instrucción en la Academia Militar 24 de Abril hicimos un desfile conmemorando la Restauración de la República. Cuando encabezaba un pelotón que desfilaba por la calle El Conde rumbo a la Fortaleza Ozama, donde el presidente Francisco Alberto Caamaño pronunciaría un discurso, no imaginaba la trascendencia histórica que tendría la Guerra Nacional en la que participaba.

En esos momentos los jóvenes revolucionarios luchábamos por la libertad sin pensar en la historia. Queríamos el retorno de la democracia garantizada por la Constitución de 1963 y la reposición de Juan Bosch para poder trillar el camino hacia el progreso lejos de la vida bajo el régimen de Trujillo.

En 1965 aun estábamos bajo el influjo de los elementos culturales trujillistas y nos deleitábamos con las películas donde los soldados norteamericanos eran invencibles. Esos superhombres siempre cargaban con la victoria. Sin embargo, durante la Revolución de Abril nos percatamos que eran mortales al igual que los soldados de los imperios francés y español a los que combatieron nuestros ancestros.

Nuestras tropas de Abril combatieron y desfilaron en el 1965 por las mismas calles que Juan Pablo Duarte, así como mi tatarabuelo, Buenaventura Freites, quien estuvo en el Trabucazo de Mella. Sin soñarlo él ni tampoco yo, me inspiraba a continuar en la lucha, porque los dominicanos por sangre somos amantes de la libertad. No importa qué piensen o cómo vivan las generaciones futuras, si la libertad está en peligro empuñarán las armas.

En Abril hubo una cita no concertada a la que concurrieron hombres y mujeres de todos los sectores sociales. En los comandos revolucionarios hubo prostitutas y doncellas; machos cabríos y homosexuales; profesionales de distintas disciplinas y analfabetas; pequeños burgueses, obreros y lumpemproletarios. También sensibles extranjeros en el combate mezclaron las suyas con la sangre nuestra.

La Revolución de Abril es la más grande gesta del siglo XX por la densidad de sus alcances, participación popular y simbología. En la cúspide del poder norteamericano un reducido grupo de hombres y mujeres los enfrentó sin miedo a la muerte. Otro gajo de nuestra historia que sirve de ejemplo a los dominicanos en ciernes.

Frente a nosotros siempre está, como al paño rojo del torero, desafiar la injusticia. En el 1965 luchamos contra el despotismo secuela del trujillismo.

Nada doblegará a los dominicanos, aunque sordos y ciegos creen que podrán imponer el continuismo.

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