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EL CORRER DE LOS DÍAS

Las identidades bélicas

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

El reconocimiento ideológico de las diversidades puede ser diferente del reconocimiento político. El cristianismo fue una identidad asentada contra el imperio romano. Nació como tal. Pero antes, el judaísmo llegado desde Babilonia en las árganas de Abraham fue su base formal. La frase de Jesús señalando en principio que la dignidad era diferente porque Dios no debería confundirse con el Cesar, determinaría las discrepancias entre cristianos y fariseos, entre seguidores del Jehová que vieron en la palabra de Jesús la imagen de un Yahveh diferente, porque la predica del moralista galileo mostraba un Dios sin odios, sin matanzas de pueblos enemigos, sin egolatrías, ni creencias políticas de rencillas tribales, o reclamos de obligaciones que, contradictorias se habrían de cumplir bajo el rigor de las amenazas mortales; sin eliminación de pueblos creados por el propio “padre celestial”, inventor de Adán Eva y promotor del pecado al poner a prueba su creación misma dando inicio, en cuanto a sus valores, al poder político. No existe en el cristianismo por ello. Una sola moneda del imperio con efigie cristiana, y sólo cuando la Iglesia y el poder se unieron en la época de Constantino, los santos alcanzaron a ser parte de lo que los judíos negaran: las iconografías de humanos orlados ahora por la forma divina. El santuario católico es el único que se nutre, con decisiones humanas, de materia prima terrena.

La cultura cuajada en materia prima modificada hasta convertirse o ser convertida en arte e historia, es indefensa. Todavía los asaltantes de tumbas, museos y traficantes de objetos que son memoria humana coagulada, siguen saqueando el mapa, pese a los reportajes televisivos e interestelares que intentan demostrar la recuperación del patrimonio iraquí, por ejemplo, y de otros lugares explicativos del proceso vital que hemos sufrido. No hay retorno, desde los sótanos de los millonarios del mundo cultural allí están escondidos, donde se asfixia la historia vendible, la que pasará luego a las subastas.

Otra riqueza. El desperdicio-desperdiciado El proceso globalizador que vivimos plantea la necesidad de un acopio cada vez mayor de materia consumidas por las necesidades de las grandes sociedades en desarrollo, como China, o la India conminadas por la presión creciente que la pobreza contra la que va su demografía es incapaz para alcanzar su propio crecimiento La chatarra volátil que sale de nuestros países, sin desarrollo para su uso, aunque fuese desde el punto de vista de su “funcionalidad” inútil, es divisa que se exporta bajo la mirada indiferente de los gobiernos. Esa materia prima “latente”, presiona, reclamada por su vocación de ser procesada y convertirse en objetos que compramos y dentro de cuyo corazón vive el alma de los pueblos al que les fue robada y ahora se tecnologiza.

Tal es el caso del petróleo y las fuentes de energía que terminan transformándose en agresión expresada por los poderes de la importación de los que dependemos; al fin y al cabo, son poderes incapaces de respetar la pluralidad. La cultura llamada “material” depende de la materia prima, depende de las ambiciones y de las globalizaciones. Alcanza como materia, el nivel ideológico que le imprime el dominador. Terminaremos por ver si un día tendremos que utilizar con otros criterios, los residuos de la basura de la basura.

Hoy sabemos que la cultura de un país puede tener una decadencia inducida, como es el caso de aquellos territorios en los cuales las invasiones y las guerras de potencias mayores buscan cercenar el manejo económico y las riquezas en beneficio de grandes consorcios, como acontece con las “coaliciones” bélicas. La mentira abarca las materias primas, pero igualmente el producido bélico de las mismas.

Los paradigmas locales, en países y etnias con una tradición milenaria y con sentido del sacrificio, aúpan el mismo como un modelo religioso y con ello generan la oportunidad del creyente en demostrar con su vida y decisión, que están listos para entrar en el más allá prometido a los mártires.

El martirologio compite con los valores tecnológicos, con el rayo láser. Una imagen de Mahoma reformado, llama al martirio planeado, planificado, y sus súbditos creen en la ideología que incluye, necesariamente, la violencia en el caso en que la fe lo requiera.

La cultura se asoma al ventanal de la muerte, y el odio sacralizado invade los campos en los que se dividen los musulmanes, y otras religiones, solo que a pesar de toda esta división cultural.

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