MIRANDO POR EL RETROVISOR

La sonrisa de Leidy

Si a cualquier persona se le pregunta qué le gustaría tener o sobre algo que añore, es muy probable que su pensamiento vuele hacia aquellas cosas, la mayoría materiales, que entiende podrían hacerla feliz.

Quizás la casa o apartamento que siempre ha soñado, comprar un vehículo o cambiar el que tiene, un buen empleo, impulsar un negocio propio, matricularse en la universidad o lograr una beca para estudiar en el extranjero, sacarse la loto, en fin, una amplia lista de anhelos que se entiende proporcionarían felicidad inmediata.

Esa pregunta se la hice el pasado domingo 21 de enero, Día de La Altagracia, a Leidy Medina Díaz, una joven que al igual que sus hermanos Ireiny, de 20 años, y Carlos Junior, de 14, padece una enfermedad degenerativa que le impide movilizarse, hablar y tener la calidad de vida que exhiben la mayoría de los jóvenes a su edad.

Su conmovedora respuesta fue que añora “caminar”, tan simple como eso, lo que tantas personas pueden hacer a cada momento y les pasa desapercibido porque en sus afanes de cada día están tan centrados en suplir aquello que les “falta”.

En mi ejercicio de cerca de 25 años como periodista he sido testigo de realidades que estremecen, especialmente porque casi siempre estoy envuelto en investigaciones que involucran a sectores vulnerables, rechazados o víctimas de la indiferencia gubernamental y social.

La mencionada familia reside en Batey VII de la comunidad Santa Bárbara, provincia Bahoruco, con su madre Altagracia Claribel Díaz, quien ya no puede velar por sus hijos porque su salud mental se deterioró en los afanes de encontrar una solución para sus hijos.

El drama que enfrenta esta familia se convirtió para mí en una experiencia desgarradora y conmovedora a la vez, a tal punto que una semana después aún bullen en mi mente las imágenes de aquella precaria vivienda que ocupan y los estragos que ha causado en estos jóvenes la incapacitante enfermedad, porque carecen de los recursos para encararla.

Luego de la publicación del reportaje en Listín Diario diversos sectores han expresado su disposición de apoyar a la familia, especialmente con lo que más necesitan: la asistencia médica especializada que les permita recuperar la vida normal que una vez disfrutaron.

Resulta difícil olvidar la triste realidad que abate a esta humilde familia sureña, especialmente cuando me enteré que Leidy quería ser médico para curar a los niños.

Siempre con una sonrisa que no se apaga, pese a la adversidad que se ha cebado con ella y sus hermanos, Leidy con frecuencia alimenta a su hermana Ireiny, quien ya no puede valerse por sí misma, y está muy atenta a las caídas ahora más frecuentes de su hermano Carlos Junior, debido a que ya también comienzan a debilitarse sus piernas.

Ante la pregunta de qué anhelo, quizás antes de ir a Batey VI hubiese pensado en alguna de las tantas necesidades materiales que tenemos los seres humanos, pero ahora mismo no dudaría en pedir que Leidy y sus hermanos puedan llevar una vida digna y sin esa enfermedad que intenta medrar la hermosa sonrisa que todavía conserva esta joven que anhelaba ser médico para curar de la fiebre a los niños.

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